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(escribe prof. Alejandro Carreño T. ) Disipado el humo blanco que lo anunció, el mundo vuelca su mirada al nuevo papa León XIV. Mucha agua ha corrido desde el primer papa que se llamó León. El primero, León I fue canonizado y proclamado Doctor de la Iglesia. Su legado es pura historia, pues es considerado personaje esencial en la consolidación del papado como institución, y la Iglesia lo recuerda, además, porque convenció a Atila (sí el mismo), el Rey de los Hunos, a no atacar Roma y defender con vehemencia la doctrina cristiana frente a los herejes y sus herejías.
Tiempos difíciles los de este primer papa con nombre León, que estuvo 21 años al frente de la Iglesia de San Pedro, desde 440 a 461 d.C. Tampoco la tendrá fácil León XIV. Una Iglesia cuestionada en su integridad moral por los escándalos sexuales y de corrupción, y un mundo en que los conflictos sociales, desde los económicos hasta los movimientos de índole sexual, son temas recurrentes en la agenda política y las redes sociales. Un mundo, además, que ha hecho de la amenaza y la guerra, su forma de vivir.
Tal vez, por lo mismo, insistió varias veces en su primer discurso, en la importancia de una Iglesia en su búsqueda y encuentro por y con la Paz. Habló de “una paz desarmante, humilde y preservadora”. Y de un pueblo unido por la paz: “Ayúdanos a construir puentes con el diálogo y el encuentro para que todos seamos un solo pueblo siempre en paz”. “Paz”, la palabra deseada: “A todos ustedes hermanos y hermanas de Roma, de Italia, de todo el mundo, queremos ser una Iglesia sinodal, caminando y buscando siempre la paz, la caridad, la cercanía, especialmente con quienes sufren”.
Por cierto, es lo que el mundo necesita: paz. Pero sabemos que los intereses geopolíticos, los egos y ambiciones de los diferentes liderazgos, cuyos dichos y acciones repercuten para bien o para mal en la realidad de cada ciudadano de la Tierra, son mayores que las necesidades de la gente por vivir en un planeta más armónico, más justo. El papa habló también de una Iglesia unida, buscando “todos juntos la paz y la justicia”. Pero la justicia, en toda su amplitud semántica, solo es posible en el imperio de la Paz.
León XIV no ha eludido otros temas conflictivos que se debaten con vehemencia en todo el mundo, como el medio ambiente y la migración, por ejemplo. Sobre el primero, en un seminario en noviembre pasado, convocado por Francisco, el entonces cardenal declaró que el “dominio sobre la naturaleza” no debe ser “tiránico” e hizo un llamado a la Iglesia para adopte medidas más incisivas contra la destrucción de la Tierra.
Al respecto, en el Vatican News, el entonces cardenal se refirió a las consecuencias perjudiciales del desarrollo tecnológico y del papel que cumple el Vaticano en la protección del medio ambiente. Citó ejemplos como los paneles solares y los autos eléctricos. Los migrantes tampoco están fuera del radar papal. De hecho, quienes lo conocen, como León Ángeles, coordinador de un grupo católico en Chiclayo, Perú, que conoce al nuevo papa desde 2108, comenta la preocupación especial del Pontífice por los migrantes venezolanos.
Temas de acalorados debates en distintos foros y que la Iglesia no puede ignorar. Y, como dijimos, los serios conflictos bélicos en diferentes lugares del planeta que complican, precisamente, el clamor del Sumo Pontífice por la paz y la justicia.
Pero, sociedades divididas, pulverizadas por el rencor político, religioso o de cualquier otra naturaleza, lejos de la paz y la justicia, están condenadas al dolor y la muerte.
Y León XIV lo sabe.
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