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(escribe prof. Alejandro Carreño T. ) Las evidencias del fraude electoral cometido por Nicolás Maduro, no resiste ni siquiera el derecho a la duda. A dos semanas, casi, de las elecciones del domingo 28 de julio, las pruebas que revelan el espurio triunfo de Maduro son irrefutables. La más importante, la que no puede ser objeto de discusión, es que las actas simplemente no existen. Como dijo Jaime Gazmuri, el embajador de Chile expulsado de Venezuela, al igual que diplomáticos de varias naciones de la región, “Maduro no puede declararse vencedor de las elecciones, ya que no existen evidencias ni actas que lo acrediten”. Y agregó: “las actas del CNE no son creíbles ni increíbles, sino que no han aparecido”.
Y no aparecerán. Por eso, es inexplicable que muchos mandatarios estén esperando que ellas aparezcan, para tomar una decisión respecto al reconocimiento del legítimo vencedor de una elección trucha, que ha costado decenas de muertos y miles de detenidos ordenados por el régimen. El cerco a Nicolás Maduro, un dictador inescrupuloso que amenazó con un baño de sangre si él no ganaba, “por las buenas o por las malas”, se estrecha minuto a minuto. Solo sus colegas de sangre y tortura, como los regímenes de Cuba y Nicaragua, y sus “amigos” interesados en su petróleo como China y Rusia, regímenes en los que la verdad es la verdad oficial, le prestan ropa y lo reconocen.
Pero en la región, fuera de Cuba, Nicaragua y Bolivia, nadie más se atreve moralmente a reconocer a Nicolás Maduro como presidente electo. Hacerlo es alinearse con lo peor de un sistema corrupto, que no tiene reparos éticos ni políticos de mostrarse al mundo con las marcas de la podredumbre de su manipulación electoral. Hasta los regímenes de izquierda afines a Nicolás Maduro, Brasil, Colombia y México, han “demandado pruebas” de su triunfo, que no son otras que las actas, antes de entregarle su reconocimiento. Una medida que los coloca en una posición muy comprometedora con la democracia, puesto que demandar la mostración de las actas, es como pedirle peras al olmo. Y ellos lo saben.
Un paso más categórico dio Chile, cuyo presidente Gabriel Boric simplemente declaró lo que es de Perogrullo: “si hubieran ganado, hubieran presentado las actas”. Lo que es un reconocimiento tácito de la derrota de Maduro y del triunfo de González. Pero Boric no se atreve aún, ignoro si se atreverá a decirlo abiertamente, a reconocer a Edmundo González como el legítimo vencedor de las elecciones del 28 de julio pasado. El peso de Partido Comunista chileno es fuerte en La Moneda y, como se sabe, este partido idolatra a Maduro y su dictadura. El PC es el Judas de Boric, lo manipula y se le opone públicamente.
Es la espada de Damocles sobre la cabeza de un presidente inexperto y titubeante, comprometido también con su propia ideología. Pero no solamente el PC. Parlamentarios del Frente Amplio, partido de Boric, hacen gala de una imbecilidad que supera todos los límites de tolerancia al imbécil, como las declaraciones del diputado Gonzalo Winter: “Creo que Maduro perdió, pero sería un error reconocer a González”, en el programa “Primer Café”, de radio Cooperativa.
De cualquier forma, el cerco a Nicolás Maduro se estrecha y su soledad, propia de un dictador, se hace cada día más evidente. ¿Será mucho tener la esperanza de que la cordura prevalezca, que la democracia se instale en el Palacio de Miraflores, sede del Gobierno venezolano, y Edmundo González, legítimo ganador de las elecciones del domingo 28 de julio pasado, inicie el camino de la recuperación de Venezuela?
Después de todo, soñar no cuesta nada.
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