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(escribe prof. Alejandro Carreño T.) Arrepentido o no. Con razón o sin razón, el presidente ecuatoriano Daniel Noboa desató uno de los grandes conflictos diplomáticos latinoamericano de los últimos tiempos. Invadir la embajada del México para sacar por la fuerza a Jorge Glas, exvicepresidente de Rafael Correa, tuvo repercusiones internacionales que lo censuraron duramente por atropellar uno de los códigos esenciales de las relaciones diplomáticas, como es la soberanía que representa la embajada en cualquier país. Noboa admite que fue una decisión muy difícil de tomar, pero culpa a México de no respetar primero los tratados internacionales.
El meollo del conflicto se centra en Jorge Glas. El exvicepresidente de Rafael Correa tenía una orden de detención e ingreso a prisión preventiva, imputado por presunta malversación de dineros públicos (peculato), vinculado a las obras de reconstrucción del terremoto de 2016. Por eso Noboa, en declaraciones al canal australiano SBS, recordó la “Convención sobre Asilo de Caracas”, que señala que no se le puede dar asilo a una persona procesada en tribunales ordinarios por delitos comunes. Tal vez por eso dice que no se arrepiente de haber sacado a Glas por la fuerza desde la embajada mexicana.
Y justifica su decisión culpando al gobierno mexicano, porque fue el primero en infringir los tratados internacionales al darle asilo a un prófugo de la justicia: “Es primero una violación del Gobierno mexicano, a la que luego le sigue otra violación, pero teníamos que actuar, teníamos que tomar una decisión, porque había un plan para escapar del que estábamos al tanto”. Noboa admite que violó una convención internacional, pero luego que México violara primero otra. Primero o después, lo cierto es que la comunidad internacional solo cuestionó severamente la invasión a la embajada mexicana.
Es un caso diplomático bastante complejo, porque ambos gobernantes tienen razón tanto en su defensa como en su denuncia. De hecho, Jorge Glas, cumple condena, a pesar de que un tribunal de Quito declaró ilegal y arbitraria su detención en la Embajada de México, pero quedó encarcelado al tener pendiente la condena por el caso “Sobornos”, en el que el propio expresidente Correa también fue sentenciado, y por asociación ilícita en el caso “Odebrecht”. El condenado Glas hacía pocas horas que había recibido el asilo diplomático.
“Si Glas hubiese escapado usando vehículos de la Embajada y aviones del Gobierno mexicano, yo habría parecido muy débil para todos”, dijo Noboa. Y condenó el hecho de que “algunos Gobiernos usen sus embajadas bajo la fachada de un refugio político que en realidad es impunidad, es salvar a los criminales de sus sentencias”. Tiene razón. Glas había ingresado a la embajada mexicana el 17 de diciembre del año pasado solicitando protección diplomática porque, decía que “temía por su vida”.
Con razón o sin ella, lo que prevalece es que la comunidad internacional le condena al gobierno ecuatoriano la violación no solo del artículo 22 de la Convención de Viena sobre la inmunidad de las sedes y funcionarios diplomáticos, sino desconocer también la facultad del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, inscrita en el artículo 4 de la Convención de Asilo Diplomático, para decidir si daba o no asilo a Glas.
Las relaciones diplomáticas no se tienen porque se ame al otro país. Se tienen porque pesan los intereses de cada uno en distintas áreas, porque se complementan y enriquecen con el otro. Es un intercambio no solo de bienes, sino también de ideas y principios que sostienen, se supone, la buena relación entre los países. Por lo mismo, los “gustitos personales” con que algunos mandatarios con testaruda vanidad suelen enfrentar las relaciones diplomáticas, por sobre los intereses de la nación, solo perjudican a su país y dañan su imagen internacional. Chile es un muy buen ejemplo.
Ahora, cómo se resolverá este conflicto. Si le creemos a Noboa, bien al estilo latinoamericano: “Invitaré a López Obrador a comer un ceviche, y probablemente también podemos comer unos tacos y hablar, cuando él esté listo”.
¿No es bien latinoamericana la posición de Noboa?
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