(escribe Alejandro Carreño T. ) El Presidente Gabriel Boric cumplió dos años en La Moneda. Le quedan, para desgracia de Chile, dos años más. Un aprendiz de discursos universitarios callejeros, sin experiencia de ningún tipo, ni siquiera laboral, que inexplicablemente, desde todo principio racional, se hizo del poder acompañado de una patota igual o peor que él. Su mala fama entre los chilenos, reconocida en todas las encuestas que lo reprueban tanto a él como a su gobierno, no es un acaso. No puede ser un acaso que, en estos dos años, 65 % de la población, o más, lo rechace. Y las razones van desde la percepción que se tiene de su persona a su labor presidencial. 

Se instaló exultante en Palacio junto a su pandilla. Escoteros en excursión. Niños traviesos. Cofradía arrogante, ignorante, mediocre y desguañangada. Declararon a los cuatro vientos que eran políticos moralmente superiores a todo lo visto y conocido de la historia política del país. Refundarían, por lo mismo, Chile. Comenzaba así la era Gabriel Boric y su coalición de agresivos, fanáticos y destemplados “monos peludos”, como un día les llamó una de los suyos, la expresidenta del PPD, Natalia Piergentili. La Moneda iniciaba así, el 11 de marzo de 2022 el gobierno de los “monos peludos”. 

Los mismos “monos peludos” que habían disfrutado y aplaudido la destrucción del país durante el estallido delincuencial de octubre de 2019, cuando varios de ellos eran diputados de la República, porque había que “construir” un nuevo Chile. Ahora eran los encargados de entregarle a la gente la felicidad prometida mientras se saqueaban y quemaban las ciudades, y más tarde las promesas de campaña presidencial. Pero los monos, lo sabemos, son juguetones y agresivos, según su clase. Y los sueños prometidos de un país hermoso, justo e igualitario, se esfumaron entre sus juegos, peleas y mentiras. 

En estos dos años el deterioro moral de Chile se hizo dramático. La corrupción invadió la esfera pública y penetró, como nunca, los distintos poderes del Estado. Un cataclismo cultural, económico, político y social erosionó el país de tal forma que su recuperación tardará algunas generaciones. Los “monos peludos” de Piergentili, los frenteamplistas deschavetados, los comunistas impertérritos en su mentira ideológica y el pobre diablo socialismo democrático que se sumó a la destrucción del país, olvidando sus treinta años de Concertación, tienen a Chile entregado a la suerte del sálvese quien pueda. 

Gabriel Boric, como un gran sultán, vive en su país de las mil y una noches, rodeado de sus adláteres que usufructúan como él, del poder omnímodo, alejado de la dramática realidad que vive el pueblo, cada vez más empobrecido, cada vez más vulnerado por su indolencia, cada día más asesinado por las bandas de criminales que entraron, y entran y salen del país como Pedro por su casa. Pero, qué más se puede esperar de una persona que, desde su cargo de Presidente de Chile, le da pensiones de gracia a homicidas, pedófilos y delincuentes que quemaron y saquearon el país. 

Un presidente que se elogia a sí mismo y a su gobierno, sin ruborizarse siquiera, cuando afirma que el país está mucho mejor que al inicio su mandato, y que sus ministras Camila Vallejo y Carolina Tohá, figuras epónimas de la arrogancia, el engaño y la mentira, replican con la tranquilidad que les da el cinismo del poder. 

Sí, Gabriel Boric responde a un nombre que lo retrata de cuerpo y alma: FRACASADO. Si hasta la propia OCDE, en un informe con datos de 2022, señala que solo el 29% confía en su gobierno, lo que significa 18,5% del promedio de los países de ese foro (La Tercera, sábado 16 de marzo de 2024). Hoy, la aprobación a su gobierno es de 27%. 

Fracasó como estudiante (no terminó la carrera de Derecho; es, por lo tanto, un egresado de Cuarto Medio); fracasó como diputado (su labor fue boicotear el gobierno de Sebastián Piñera y apoyar el vandalismo social); fracasó como Presidente de la República. 

Es un FRACASADO.