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(escribe prof. Alejandro Carreño T. ) Una de las atracciones turísticas reconocidas mundialmente es San Pedro de Atacama, comuna de la provincia de El Loa en la región de Antofagasta, en el Norte Grande del país a 2450 metros de altitud. Su capital es la localidad del mismo nombre bordeada por el río que también lleva su nombre.
Lugares como los Géiseres del Tatio, Valle de la Luna, Iglesia de San Pedro, Salar de Atacama, Observatorio Astronómico ALMA, Museo Arqueológico R.P. Gustavo Le Paige, Piedra del Coyote, Termas de Puritama, Casa Incaica y Lagunas, Cejar, Piedra, Ojos del Salar y Tebinquinche, entre otros atractivos reconocidos mundialmente, han convertido a San Pedro de Atacama en uno de los sitios turísticos más visitados de Chile por el turismo nacional e internacional. Pero hoy la prensa mundial no está hablando de ellos, sino de los perros asesinos como se les ha llamado a los miles de canes que asuelan la localidad.
A Chile solo le faltaba “esa” para completar el cuadro catastrófico que vive en términos delincuenciales, sin ningún control efectivo por parte de La Moneda. Hoy tenemos los “delincuentes caninos”, jaurías que, sin control de ningún tipo, ponen en riesgo la vida de las personas y contaminan las ciudades con sus heces malolientes y agresiva presencia. Realidad que la inmensa mayoría de los chilenos hemos vivido en más de alguna ocasión en nuestros propios barrios infectados de perros callejeros que afloran como la mala yerba.
El medio The Brazilian Report, del lunes 29 de enero pasado, escribió: “The town has a distinctive charm. Aside from the desert archiquecture of its small houses and de local food vendors on its dusty streets, it is also known for its large dog population –so much so that San Pedro is affectionately known as San Perro, the Spanish word for dog”. Lo cierto es que San Perro no tiene ninguna gracia cuando el medio titula la nota periodística con un título que es todo un aviso: “Tourist town in Chile’s Atacama Desert besieged by packs of feral dogs”. Un desastre para el turismo de la región, siempre generoso en las divisas dejadas.
Por su parte, el medio Infobae del 3 de febrero informa: “Completamente aterrorizados: así están los habitantes y turistas que visitan por estos días el poblado de San Pedro (a unos 1.700 kilómetros al norte de Santiago), un oasis en pleno desierto de Atacama, tras una serie de ataques de perros ferales que hasta ahora han causado la muerte de una guía turística de 28 años, un niño con una oreja mutilada y una turista brasileña internada grave en el hospital regional”. Es decir, una realidad que ensombrece el turismo nacional y exige de las autoridades una pronta solución al grave problema canil.
Por su parte, el periódico inglés Mirror, del domingo 14 de enero de este año, destaca la muerte de la guía turística y del ataque sufrido por la turista brasileña: “Tourist guide Daniela Gamboa, 28, was found dead from dog bites after last being seen cycling and talking to her mother on her phone, while a three-year-old boy had his ear badly bitten. And a Brazilian tourist is currently in hospital after being severely injured in an attack last week”. ¿Qué dicen las autoridades? Típico chileno: se enfrascan en discusiones idiotas en vez de tomar el toro por las astas y por lo menos aminorar la grave situación.
“La Municipalidad de San Pedro de Atacama interpuso un recurso de protección ante la Corte de Apelaciones de Antofagasta para solicitar a la Seremi de Salud en la zona aplicar eutanasia masiva a 4.500 canes en calidad de abandono en la comuna”, se lee en biobiochile.cl del viernes recién pasado. Medida que se llevaría a cabo luego de acreditarse que están en calidad de perros abandonados y de que un profesional experto en etología los examine y verifique si son sujetos de reeducación y de reubicación en familias de la comuna. Lo que parece bastante razonable de parte del municipio atacameño.
Parece, nada más. Porque surgen las cuestiones legales como lo explicó Alejandra Tereucán, directora (s) de Asesoría Jurídica de la Municipalidad de San Pedro de Atacama, al medio Antofagasta TV en el sentido que dicho recurso se presentó “en contra de la Seremi de Salud de Antofagasta porque ellos son quienes tienen la facultad de eutanasiar a estos animales”, lo que requiere de ciertos requisitos, entre otros, que el perro tenga el “virus de la rabia canina”. Y para que a la discusión no le falte nada, se hizo presente también el Colegio Médico Veterinario.
“No estamos de acuerdo con la medida que está proponiendo el municipio de San Pedro de Atacama. No consideramos que el sacrificio masivo sea una forma eficaz y eficiente de abordar este problema. Acá se atenta contra la Ley 21.020, que es la de tenencia responsable, que estípula, en el artículo 7, que el sacrificio no lo pueden realizar las municipalidades”.
Al final, quién tiene la razón, las municipalidades o el Colegio Médico Veterinario. A mi modo de ver, la razón la tiene el sentido común. Y los perros, que por miles deambulan por la comuna arriesgando la vida de las personas, que es lo más importante preservar, normativas, protocolos, leyes y artículos debieran dejarse para cuando la situación se normalice, pero no en estado de catástrofe como la que vive San Pedro de Atacama.
Pero en Chile somos súper legalistas cuando hay pugna de poder, pero cuando se trata de combatir el narco, el crimen organizado, la delincuencia y la corrupción que ya lo contaminó todo, o terminar con esta verdadera plaga de perros altamente peligrosos, bueno, las leyes se rinden a los resquicios legales y aquí no ha pasado nada.
¡Viva Chile, mierda!
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