(escribe prof. Alejandro Carreño T. ) La fuga de siete atletas cubanos, seis mujeres y un hombre, de la Villa Olímpica el sábado pasado, dejó en las manos del gobierno de Boric una verdadera “papa caliente”, como decimos en Chile, cuando surge un problema de esta envergadura que, se diga lo que se diga, plantea un problema diplomático más allá de las cuestiones legales y migratorias. Nadie del Gobierno lo ha dicho ni lo dirá, pero tratándose de Cuba, una vaca sagrada del Partido Comunista Chileno, cuestionar la dictadura cubana instalada hace más de 63 años, no le está permitido ni a Boric ni a nadie del oficialismo, so pena de caer en desgracia ante los ojos de los dueños de La Moneda.

De una manera patética, pero comprensible desde la mirada ideologizada, servil y nada digna en consecuencia, las autoridades chilenas abordaron la fuga de los atletas cubanos en busca de la libertad (porque de eso se trata toda fuga de esta naturaleza), desde la única mirada que su servilismo a la vaca sagrada les permite: la legalidad. En ningún momento hubo, ni habrá, la reflexión honesta, transparente y responsable de toda autoridad con un mínimo de decencia por ella misma y del poder que representa, sobre la razón que lleva a un grupo de personas, atletas en este caso, de querer huir de su país para ser libre en otro.

El subsecretario del Interior, Manuel Monsalve, por ejemplo, se aferró como lapa a esta legalidad: “Yo sería prudente antes de calificar la situación, hay que recordar que los deportistas que participaron en los Juegos Panamericanos tienen una visa que les permite estar en Chile por 90 días”. No se entiende, en realidad, en qué consiste la “prudencia” para calificar una situación que, evidentemente, nada tiene que ver con la permanencia legal de 90 días en el país. Es una declaración cantinflesca que huye del meollo del asunto, que no es otro que el reconocer que los atletas huyeron de la dictadura cubana.

Por su parte, la ministra de la Secretaría General de Gobierno, la comunista Camila Vallejo, tal vez el personaje más siniestro de Palacio, declaró: “Siempre existe la preocupación en estos casos. Sí es una preocupación del Gobierno, pero no nos corresponde pasar por encima de los procedimientos que están estipulados para este tipo de caso”. Por cierto, sí es una “preocupación del Gobierno”, porque le cayó una enorme “papa caliente” en sus manos, pero a ella le interesan los “procedimientos”, y no se pregunta el porqué de la fuga, porque no le importan los derechos humanos de estos atletas.

Es el doble estándar de estas autoridades que se vuelve odioso e indigno, porque frente a la inmigración ilegal, sobre todo de venezolanos, que por cientos de miles han invadido el territorio nacional, siendo muchísimos de ellos delincuentes, su actitud ha sido de exacerbada y perturbadora complacencia. Monsalve, por ejemplo, sobre las organizaciones criminales, dijo: “No construyamos mitos detrás de las organizaciones criminales. Les pido no dejarse llevar por la construcción de mitos”. ¿Un mito? O sea, los chilenos construimos mitos sobre la delincuencia. Somos fantasiosos.

Pero cuando se le pidió que aclarara sus dichos, expresó: “No he dicho que (los carteles criminales en Chile) son un mito, he dicho que no los constituyamos en un mito donde cada delincuente en Chile, de Arica a Punta Arenas, ahora se atribuye ser parte del Tren de Aragua”. Una declaración que no solo es estulta, sino impropia de una autoridad del Ministerio de Interior y Seguridad Pública. Monsalve es la versión grotesca de Cantinflas. Pero los chilenos ya no nos sorprendemos de nada. El mismo Gabriel Boric, el de ayer como diputado y el de hoy, como Presidente, ha sido muy generoso con estos inmigrantes.

En un tuit del 28 de noviembre de 2016, cuando era diputado, escribió: “Uno de los problemas en Chile es que hay muchos chilenos. bienvenidos inmigrantes!”. Es decir, los chilenos debiéramos irnos de Chile. Y como Presidente, en un “arrebato de furia” envió un mensaje a los inmigrantes: “O regularizan su situación, o se van”, lo que se traduce en un llamado a la inmigración ilegal, para que, una vez aquí, normalicen su vida. Pero no es el caso de estos atletas. Ellos son cubanos, traidores a su patria, la gran vaca sagrada llamada Cuba. Y a Cuba se le ama, se le idolatra, se le endiosa y se le llena de elogios, sobre todo a su democracia. Y no lo digo yo, lo dijo la diputada Camila Vallejo en un tuit del 1 de octubre de 2018:

“No hay democracia más firme que la cubana, que la democracia en Cuba es inigualable y superior a la que existe en Chile o en cualquier otra parte del mundo”.

Es difícil imaginar que alguna de estas autoridades vaya a tener los principios mínimos de objetividad y decencia, para evaluar la fuga de estos atletas cubanos más allá de los protocolos y la legalidad.

(*) foto 14ymedio.com