(escribe prof. Alejandro Carreño T.) Cayó el telón y terminó el espectáculo. Chile fuera del Mundial 2030. Papelón de Boric, de Pablo Milad, de los ministros del Deporte, Belardo primero y Pizarro después. En agosto de 2022 el Presidente Gabriel Boric firmó el decreto para crear la “Corporación Juntos 2030”, e instruyó a la entonces ministra del Deporte, Alexandra Benado, para que participara en su fundación y representara al gobierno de Chile en el directorio. En noviembre del año pasado la Corporación fue oficialmente presentada en Chile. Asistieron las máximas autoridades de Argentina, Paraguay y Uruguay, además de los presidentes de las federaciones del fútbol de cada país. Todo “bonitinho” como novios ante el altar. Y el 23 de agosto de este año, el Gobierno chileno transfirió 146 millones de pesos a dicha Corporación.

Conocida la noticia vinieron las consabidas penurias y recriminaciones tanto de Boric como de Mlad. Lamentos por doquier que más que pena, provocan risa. Si hasta reconocidos mamones periodísticos del régimen, culparon al gobierno del vergonzoso episodio. Los mismos que nunca levantaron la voz ni teclearon nada cuando el país era incendiado y saqueado por los delincuentes octubristas, a los que ellos “avivaron la cueca” generosamente. Pero ahora se trataba del fútbol, el deporte del pueblo. Entonces, había que congraciarse con el pueblo y pedir la cabeza de los responsables, aunque fuese la de Boric.

Por su parte, Gabriel Boric, penoso como siempre, sacó a relucir su “profundo amor por Chile”, vociferando a los cuatro vientos que con el nombre de Chile no se juega. Agarró el teléfono y llamó a su par argentino (me imagino que a los otros también), no sé para qué. Alberto Fernández le respondió lo que debía responderle, que era un problema de la FIFA y que ellos no tenían nada que ver en el entierro. Lógico. Este muerto no le pertenece a ninguno de los países de la “Corporación Juntos 2030”. Es un muertito que se hizo fiambre dentro de esta larga y angosta faja de tierra pésimamente administrada en todos los sentidos. Y la FIFA lo único que hizo fue darle la extremaunción. Nada más.

Pero dicen las malas lenguas que Giovanni Vincenzo Infantino, el capo del fútbol mundial, es una persona ecuánime y de gustos populares. Y que le dolió mucho darle la extremaunción a este pobre chilito. Por eso, y sabedor de que los chilenos adoran comer sanguchitos de potito y maní, en los estadios, como los monos, va a ofrecerle al Gobierno de Chile y al presidente de la ANFP la concesión exclusiva de la venta de estos apetecidos comestibles en los estadios de Argentina, Paraguay y Uruguay, como una forma de resarcirlos de la vergüenza y la pérdida de los milloncitos.

Así, los chilenos podrán ver el Mundial cómodamente desde la salita de su casa, comiendo su rico sanguchito de potito.

¡Viva Chile, mierda!