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(escribe prof. Alejandro Carreño T.) Las elecciones paraguayas del domingo pasado fueron sin sorpresas. El holgado triunfo del candidato oficialista, Santiago Peña Palacios por sobre el candidato de la oposición, Efraín Alegre, no hizo más que prolongar la supremacía histórica del Partido Colorado, fundado el 11 de septiembre de 1877 como Partido Nacional Republicano, que lleva 70 años gobernando casi ininterrumpidamente, desde 1948 hasta hoy, con los intervalos de la presidencia de Fernando Lugo (2008 a 2012, Partido Demócrata Cristiano) y de Federico Franco (2012 a 2013, Partido PLRA Liberal).
Todo un récor difícil de igualar, y que rompe con la hegemonía de las últimas elecciones latinoamericanas ganadas por la izquierda. ¿Inercia electoral de los votantes paraguayos? ¿Percepción del electorado paraguayo que observa el fracaso de todos los regímenes de izquierda latinoamericanos?: López Obrador en México, Alberto Fernández en Argentina, Luis Arce en Bolivia, Pedro Castillo en Perú, Gustavo Petro en Colombia, Gabriel Boric en Chile. Y las consabidas dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Difícil saberlo. Pero el triunfo de Santiago Peña Palacios fue inobjetable.
Tan inobjetable que Efraín Alegre, candidato opositor de la alianza Concertación Nacional, de la izquierda paraguaya, reconoció de inmediato su derrota al conocerse el aplastante resultado: 43% contra 27%: “La división ha hecho que no hayamos podido llegar al objetivo de cambio solicitado. Buena parte del voto de cambio se fue a la tercera fuerza política, la extrema derecha del polémico Paraguayo Cubas, que logró un 22% de apoyo”. Y en otro momento de su discurso, declaró: “Hemos hecho un esfuerzo importante de unir a todos los sectores para producir un cambio y hoy los resultados nos señalan que el esfuerzo tal vez no fue suficiente".
Tal vez a los paraguayos les parecieron muy conocidas las palabras del candidato Efraín Alegría, pues en su discurso hablaba de restablecer relaciones diplomáticas con el régimen de Nicolás Maduro, crear una secretaría “para recuperar y devolver al pueblo lo robado”, privilegiar relaciones con China por sobre Taiwán, apoyar el Mercosur: “Tenemos que cuidar el Mercosur. No estamos de acuerdo en ningún tipo de negociaciones independientes que hagan los Estados. Eso podría destruir este proceso”. Compromisos que, a todas luces, no convencieron al electorado.
El Partido Colorado no solo ganó el Palacio de López, sede del despacho del Presidente de la República, con el 42,72% de las preferencias electorales, sino también obtuvo mayoría en el Senado y aplastante victoria de los gobernadores: 15 de 17. Debe recordarse que en Paraguay todo se resuelve en una sola votación, no hay balotaje ni tampoco reelección. Para estas elecciones votó, de acuerdo con la justicia electoral, el 62% del electorado de un total de 4,8 millones de votantes. La población de Paraguay es de 7,5 millones de habitantes.
Los riesgos de una coalición que gobierna de forma ininterrumpida por décadas, son evidentes. El poder “eterno” relaja y corrompe. De hecho, Estados Unidos sancionó al expresidente Horacio Cartes (actual presidente del Partido Colorado) y al vicepresidente Hugo Velázquez, acusándolos de “corrupción rampante que socava las instituciones democráticas” y por tener vínculos con Hezbolá, que Wahington tiene en su lista de organizaciones terroristas.
De acuerdo con el Departamento del Tesoro de EE.UU., Hezbolá “realiza eventos privados regularmente en Paraguay, en los que los políticos hacen acuerdos a cambio de favores, venden contratos estatales y discuten los esfuerzos de la aplicación de la ley a cambio de sobornos”, y tanto Cartes como Velázquez, según EE UU, han cobrado sobornos en estas reuniones” (Fuente: El País de España). En todo caso estas acusaciones no influyeron para nada en el resultado de las elecciones, pero son señales de alerta de los problemas que vive el Partido Colorado, no solo desde la mirada del exterior, sino de la propia mirada interna, tal como lo dijo el analista político Sebastián Acha:
“La peor oposición que va a tener Peña, si gana, va a ser dentro de su partido, no fuera de él”. Tiene razón: el expresidente Cartes y el actual Presidente Abdo Benítez, pesos pesados del Partido Colorado, están abiertamente enfrentados. Tendremos que esperar a que el joven economista y ahora presidente electo, Santiago Peña Palacios, se instale en Palacio de López y comience su mandato presidencial de cinco años.
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