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Imagen extraída de "ElTiempo.com"
Nayib Bukele, el joven presidente de El Salvador, pequeño país de América Central, con 21 041 km² y 6 486 023 habitantes (censo de 2021), tiene convulsionado a gran parte del continente latinoamericano y es noticia frecuente en los medios internacionales. Nayib Bukele no deja a nadie indiferente. Se puede gustar de él, o no gustar, pero todos tienen una opinión sobre su persona y su forma de gobernar su liliputiense y conflictivo país. De cualquier forma, e independiente de la opinión que de él se tenga, se trata de un personaje directo, valiente y sin medias tintas, un político diferente de muchos de los que conocemos, por lo menos en Chile, y de los otros que conocemos a través de la prensa.
A muchos les gusta, sobre todo a los salvadoreños, cómo ha enfrentado la presión internacional de organismos como las Naciones Unidas, ONGs y voces de políticos ligados a ideologías izquierdistas, que han cuestionado su política exterminadora de bandas criminales como las Maras, que por años han asolado su país, y lo asuelan, y se han esparramado por el mundo llevando su imperio del crimen y de la droga. Por eso Bukele no se pierde ni se marea ante estos cuestionadores ni sus cuestionamientos. Reconoce que se han tomado medidas duras, pero necesarias para controlar la acción criminal de las maras y otras bandas del crimen organizado.
En una entrevista dada a Tucker Calson de Fox News, tomada de Semana del 29 de septiembre del año pasado, Bukeke dijo: “La nueva gobernanza elimina el sentido común y empieza a hacer cosas al revés, de la forma que por supuesto no se deberían hacer”. Se refiere, por cierto, a la lucha contra las organizaciones criminales. La política anticrimen adoptada por Nayib Bukele tiene “sentido común”, lo que se torna un problema para otros países. Así respondió al ser cuestionado si otros presidentes le habían pedido consejos: “Cada país tiene sus propios problemas. Supongo que nuestro enfoque, que es muy popular con la gente, tiene un problema y el problema es que tiene sentido común”.
¿Cuál es este sentido común? Defender la vida del ciudadano honesto: “Entonces las vidas de las personas son lo más importante”. Tiene mucho sentido hablar de “sentido común”, sobre todo cuando la realidad se quiere cubrir con prejuicios ideológicos y diatribas jurídicas que muchas veces son también ideológicas. Chile es un buen ejemplo. El mundo al revés: tres carabineros asesinados en 23 días y el martes recién pasado, otros tres baleados. Pero cuando el policía hace uso de su arma y mata al delincuente, la justicia debe determinar el motivo del disparo, porque los derechos humanos deben orientar su proceder, no el sentido común que es preservar su vida o la del ciudadano.
Bukele no niega que su Gobierno ha tomado medidas drásticas que hieren la sensibilidad de estos organismos internacionales, más preocupados de los derechos humanos de los delincuentes que de los derechos humanos de la gente decente: “Se han tomado fuertes medidas como duras contra los líderes que se encuentran detenidos, incluyendo la restricción a la alimentación”. Lo insólito y cínico al mismo tiempo, es que regímenes totalitarios como el de Maduro, por ejemplo, le exija a Chile que se respeten los derechos humanos de sus ciudadanos delincuentes. Pero, ¿sabrá Maduro que en Chile se privilegia al delincuente?
En la propia Naciones Unidas, Nayib Bukele no dudó un minuto en hacer sentir su opinión que critica abiertamente el proceder de estas organizaciones internacionales pagadas con el dinero de los trabajadores del mundo. Pidió, en primer lugar, “respeto a la soberanía y autodeterminación de cada país”, citando el primero de los artículos de su carta constitutiva, que dice que el respeto de los diferentes estados miembros, está dado por el “principio basado en la igualdad soberana de todos los pueblos”. Estas palabras de Bukele son lapidarias: “Si los países poderosos no nos quieren ayudar, que por lo menos no estorben”. Es decir, Igualdad que solo existe en el papel. Quien crea lo contrario es un iluso, un necio o un funcionario de estos organismos.
Bukele, sí; Bukele, no. La percepción que se tiene del Presidente de El Salvador está dividida, pero en su país lo quieren, que es lo que realmente importa. Los organismos internacionales “deberían preocuparse más por defender los derechos de la gente honrada que los derechos de los delincuentes”, ha dicho muchas veces
Para cerrar la columna, me quedo con estas palabras del cuestionado Presidente: “¿Por qué en el caso de los países pobres o en vías de desarrollo están encima diciendo que los delincuentes deben de tener derechos, pero cuando hablamos de los derechos de la población todo el mundo se queda callado?”.
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