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(escribe prof. Alejando Carreño) A un año de instalarse sorpresivamente en La Moneda, el Presidente Gabriel Boric no solo ha acumulado fracasos, chascarros y conflictos políticos tanto dentro como fuera de Chile, sino también apodos. Muchos apodos. Algunos importados como “Merluzo” y “Cachorrito”; otros bien autóctonos, como “Guatón”, “Mamarracho” y “Voltereta”. Y algunos impublicables. De todos ellos “Voltereta” es el más significativo, porque describe una particularidad suya que ha sido su tarjeta de presentación: su veleidad que se traduce en constantes cambios de opinión respecto de cualquier tema y que lo tornan un político poco confiable y creíble por lo mismo.
Esta falta de consecuencia en lo que dice o hace, ha tenido costos graves para el país, no solo en términos de relaciones internacionales (se niega a recibir las credenciales diplomáticas del embajador de Israel y lo expulsa de La Moneda, en cuanto recibe las de otros embajadores), sino también en las consecuencias diarias que repercuten en la vida ciudadana, como por ejemplo la incontrolada delincuencia (dice que perseguirá como perros a los delincuentes, pero indulta a delincuentes y terroristas). En fin, un político imprevisible que mantiene al país en un hilo. Lo único previsible en él es que es imprevisible.
Pero de todas las volteretas la más nociva para Chile la narra el mismo Presidente. Una voltereta que lo retrata de cuerpo entero: su inconsecuencia que trae consigo nefastas consecuencias que se proyectan más allá de su vida personal que a nadie le interesa, en realidad, pero que como Presidente lesiona los intereses de Chile y de los chilenos. En una entrevista al periodista Andrés Panes de la revista Rockaxis N.183 (13 de julio de 2018), declara: “Estando en la carrera no me imaginaba ejerciendo en tribunales, litigando, qué paja. De hecho, yo no me titulé ni estoy pensando en titularme, no me quiero dedicar a ser abogado nunca. Tampoco a ser político”.
En otro pasaje de la entrevista dice que no irá a la reelección de diputado. “Hay una posibilidad del Senado, pero para eso falta mucho todavía y no es algo que me vuele la cabeza”. Una voltereta que Chile no terminará nunca de lamentar. Sí, el Presidente es una persona veleidosa, difícil de comprender, por lo mismo, su ser y hacer. De repente nos enteramos que quiere ser escritor: “Quiero dedicarme dos años a escribir en serio. Quiero hacer un libro de ficción, una novela”. Pero líneas más adelante afirma que quiere escribir un libro sobre política que se llamará Diálogos Generacionales. Son “conversaciones con diez personajes, entre hombres y mujeres, de la generación del ’60 y del ’70. O sea, viejos a los que no le queda mucho rato y que tuvieron algún rol en política antes de la dictadura”.
La entrevista termina con esta reveladora declaración: “Nosotros tenemos que hacer una política donde sea importante querernos, no descuidar la humanidad que está en nosotros por culpa de una promesa, de un paraíso. Eso tenemos que mantenerlo a toda costa. Si la política no tiene esa dimensión esencial en nuestro accionar, vale callampa. Es puro jugar Monopoly”. Las citas corresponden a CHV Noticias (https://www.chvnoticias.cl/nacional/gabriel-boric-no-me-titule-ni-estoy-pensando-en-titularme_20180713/), del 13 de julio de 2018. No sé si fue un iluminado diputado Gabriel Boric, o tal vez demasiadas cervezas: “Me senté a conversar con un diputado de la República en el suelo de mi pieza, cerveza en mano, mientras sonaban discos de Television y Patti Smith. Esto fue lo que hablamos: https://t.co/ixOzxfQ35D pic.twitter.com/Q2l41F11sx”, tuiteó el periodista Andrés Panes el 13 de julio de 2018.
Porque lo cierto es que el gobierno de Gabriel Boric ha sido “puro jugar Monopoly”. Ha descuidado “la humanidad” que dice estar en ellos, “por culpa de una promesa, de un paraíso” como fue su rechazado proyecto constitucional del 4 de septiembre. Desde entonces su gobierno ha exacerbado la división entre los chilenos, creando odiosidades mediante privilegios espurios y discursos agresivos y mal intencionados, culpando a los otros de sus fracasos. Lejos de “querernos”, su política de engaños, berrinches y paraísos perdidos, es todo lo contrario de “esa dimensión esencial” de la que habló bebiendo cerveza en el suelo de la pieza del periodista Panes.
La entrevista desvenda las contradicciones del entonces diputado Gabrel Boric, hoy Presidente de Chile. El lenguaje construye realidades y esta es la suya: una persona veleidosa y desordenada.
Cierro mi columna con sus palabras: “Si la política no tiene esa dimensión esencial en nuestro accionar, vale callampa”.
¿Le habrá recordado alguien estas palabras al Presidente?
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