(escribe prof.  Alejandro Carreño T.) Una semana después de la asunción de Luis Inácio Lula da Silva a la presidencia de Brasil, las huestes bolsonaristas, verdaderas hordas que emularon el primitivismo democrático de las hordas de Donald Trump hace algún tiempo, hicieron su aparición vandálica y fascista en el centro neurálgico de Brasil. Destruyeron y saquearon todo a su paso, como suelen hacerlo los descerebrados fundamentalistas que solo responden al odio, la violencia y la destrucción. De estas cosas sabemos en Chile, luego del estallido delincuencial que culminó, por ahora, con el indulto dado por el Presidente Boric a estos delincuentes.

Los demócratas auténticos esperamos que estos grupos de depredadores de la democracia, como los que quisieron romper el orden constitucional ahora en Brasil ayer en Chile o recientemente en Perú, reciban todo el rigor de la ley y que no haya para ellos ninguna clase de indultos o cosa parecida. América Latina no debiera tolerar que estos movimientos contrarios al espíritu democrático usufructúen de la democracia para luego destruirla e imponer sus ideas radicales cuyo único propósito es el fin de la libertad. Es lo que quiso hacer Pedro Castillo en Perú y logró Maduro en Venezuela. Estos grupos extremistas no debieran tener ni voz ni voto en nuestros países.

Lo curioso de todo este lamentable atentado contra el legítimo gobierno del Presidente Lula, fueron las propias palabras del Presidente brasileño que, en un momento de su alocución condenando el intento de golpe que derivó en lamentables destrozos al patrimonio histórico-cultural del país, habló también de “estalinistas fanáticos”, para luego corregirse y quedarse solo con “nazistas fanáticos”: “Essas pessoas, esses vândalos que bem poderiam ser chamados de nazistas fanáticos, stalinistas fanáticos, ou melhor, não estalinistas, fizeram o que nunca foi feito na história deste país” (https://twitter.com/i/broadcasts/1mnxeRkVneRKX?ref_src=twsrc%5Etfw%7Ctwcamp%5Etweetembed%7Ctwterm%5E1612190910325964801%7Ctwgr%5E132a907ceceea75d1d54e02dcd83ae316b25653e%7Ctwcon%5Es1_&ref_url=https%3A%2F%2Fwww.biobiochile.cl%2Fnoticias%2Finternacional%2Famerica-latina%2F2023%2F01%2F08%2Fpresidente-lula-da-silva-decreta-intervencion-federal-en-brasilia-tras-ocupacion-de-bolsonaristas.shtml).

La cursiva en “estalinistas fanáticos, ou melhor, não estalinistas” tiene el propósito de resaltar el estado de ánimo del Presidente Lula en esos momentos en que ve el odioso ataque del fascismo de ultraderecha a las instituciones democráticas de su país. Su razón de ser le recuerda que también existe el fascismo stalinista, ese negado por varios gobiernos de la región para condenar los golpes de estado en diversos países de nuestra América Latina, practicados por este otro depredador de la democracia que es el fascismo stalinista. ¿Lo traicionó su conciencia? Tal vez. Pero esa frase no debe pasar desapercibida para un demócrata auténtico. Y creo que Lula lo es.

“Estalinistas fanáticos” es un recordatorio para todos aquellos regímenes de nuestra atribulada América Latina que tienen varas diferentes para medir los golpes de estado o sus intentonas, como el ocurrido recientemente en Perú. Recuérdese solamente que Fernández, Petro, Maduro, Arce y Boric defendieron al golpista Pedro Castillo, pero hoy condenan con vehemencia la intentona golpista de los bolsonaristas, lo que parece muy adecuado cuando de defender el orden institucional se trata. Solo que debieran tener el mismo criterio cuando se trata de “estalinistas fanáticos”, puesto que son tan depredadores de la democracia como los “nazistas fanáticos”, para emplear el mismo concepto del Presidente Lula da Silva.

Lo importante del discurso del Presidente Lula que ustedes pueden escuchar en el link citado, no es solo la condena a la intentona golpista de los partidarios del expresidente Jair Bolsonaro, que deja de manifiesto la fragilidad de los sistemas democráticos en América Latina, expuestos a la aparición de falsos líderes, ambiciosos y arrogantes que se yerguen como iluminados para resolver los problemas de una región abrasada y abrazada por los fuegos del fanatismo ideológico desde sus mismos orígenes, sino también la necesidad de comprender de una vez por todas que el fascismo de izquierda se nutre de todas las corrientes ideológicas derivadas del stalinismo.

El ejemplo de Brasil, el país más poderoso de este lado del mundo, debe ser una alerta para todo el Cono Sur, siempre envuelto por las garras descerebradas de movimientos totalitarios y populistas. En algo más de un mes hemos tenido dos asonadas fascistas, uno de extrema izquierda en Perú y este de extrema derecha, copia fiel de los depredadores de la democracia de Donald Trump. Ambos fueron oportunamente abortados. Pero Cuba, Nicaragua y Venezuela no tuvieron la misma suerte y sus pueblos viven los horrores de cruentas dictaduras. Por eso debe alegrarnos la rapidez y serenidad con que el Presidente Lula impuso el orden y la razón en su país.

El Presidente Lula da Silva es un hombre de izquierda, con los pies bien puestos sobre la tierra. No se cree un iluminado como varios en la región, ni tampoco se caracteriza por su soberbia o arrogancia. Es un demócrata y así lo ha demostrado a lo largo de su vida política, tanto en sus triunfos como en sus derrotas. Por eso, los imitadores insurrectos de Brasilia de los fracasados insurrectos del Capitolio, fueron sofocados por la fuerza que autoriza la democracia cuando se ve amenazada. El mundo espera, por lo mismo, que rueden las cabezas que sean necesarias para que la democracia brasileña salga más fortalecida, y Brasil pueda erguirse como un auténtico líder y defensor de la libertad en nuestro continente.

Solo en democracia las naciones pueden vivir en libertad.

(*)  foto extraìda de elpopular.uy