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31 de October del 2022 a las 14:17 -
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Lula por una cabeza
Lula es un hombre de izquierda, pero no un fanático ideologizado de izquierda radical. Ha sido dos veces presidente y conoce el oficio.
Lula es un hombre de izquierda, pero no un fanático ideologizado de izquierda radical. Ha sido dos veces presidente y conoce el oficio.

(escribe prof. Alejandro Carreño T.) Terminó el suspenso en Brasil. Luis Inácio Lula da Silva será el nuevo Presidente de Brasil a partir de 1 de enero por un período de cuatro años. Si la primea vuelta fue voto a voto, rompiendo todas las expectativas de un triunfo holgado del expresidente, la elección de ayer definió al ganador, como en la hípica, por una cabeza. Un resultado ajustadísimo que se definió a partir del último tramo de la carrera, cuando los votos escrutados alcanzaban el 67,76 %, Lula recuperó el terreno perdido, alcanzó a Bolsonaro y terminó vencedor, como dijimos, por una cabeza: 50,85% contra 49,15%, de acuerdo con los datos del Tribunal Supremo Electoral y teniendo en cuenta el 99,17 % de los votos válidamente emitidos.

Triunfo estrecho de Lula, que deja por primera vez en la historia política de Brasil a un presidente en ejercicio fuera del Palacio de Planalto, en una contienda electoral por la reelección. Derrota para Jair Bolsonaro, pero no puede negarse el triunfo del “bolsonarismo” como movimiento político que deja abierta las puertas a un nuevo movimiento político que, sin duda, complicará la estadía de Lula en la presidencia, sobre todo que no tiene mayoría en el Congreso.  Pero no será solo un Congreso arisco el que espera al presidente electo, sino, además, la mitad prácticamente del electorado brasileño.

En política siempre es bueno ganar, pero cuando el triunfo es “por una cabeza”, el triunfo carga la sombra de la incertidumbre, más aún en un país tan polarizado como este Brasil de los últimos años. Que prácticamente la mitad del electorado haya votado por Jair Bolsonaro es una muy mala señal para Lula, que sabe que dentro de dos meses comenzará a gobernar un país en el que la mitad de la gente no lo quiere. Un país que de manera sorprendente votó masivamente por el Presidente Bolsonaro, un político amado y odiado con la misma intensidad y que llegó al poder en medio del mayor escándalo de corrupción de su historia, y que tuvo negativas repercusiones en varias naciones latinoamericanas.

Lula sabe el poder que tiene el pueblo, pues él viene de su seno. Un obrero metalúrgico de oficio tornero mecánico, que vivió el rigor de las luchas sindicalistas. Los años lo curtieron y le enseñaron a diferenciar la calle y el sindicalismo de Brasilia, sede del Poder. Es un líder de izquierda diferente a la izquierda latinoamericana. No puede compararse a Maduro con Lula, por ejemplo. O a Fernández, puesto por Cristina Fernández en la Casa Rosada y ninguneado por ella a placer. Menos con Ortega, un “revolucionario” detestado por los propios revolucionarios. Todos ellos, en realidad, y los otros gobernantes izquierdistas latinoamericanos no mencionados son marionetas de cartón al lado de Lula.

Lula, guste o no, tiene carisma. Es un político experimentado, conoce los entretelones de la política brasileña desde sus tiempos de dirigente sindicalista de los años 70 del siglo pasado, y sabe que gobernar una de las principales economías del mundo, no se hace desde un radicalismo ideológico que ha fracasado donde se ha aplicado. Los brasileños pueden estar tranquilos. Lula es un hombre de izquierda, pero no un fanático ideologizado de izquierda radical. Ha sido dos veces presidente y conoce el oficio. Dejó su segundo mandato presidencial el 2010, con una “popularidad de casi 90% tras una gestión en la que 30 millones de los más de 200 millones de brasileños salieron de la pobreza” (emol.Mundo, 30 de octubre de 2022).

“Han intentado enterrarme vivo y estoy aquí, de regreso". Con esta frase recordó en plena Avenida Paulista de São Paulo, el centro financiero de Brasil, su paso por la cárcel donde estuvo 580 días condenado por corrupción. Condena que fue invalidada por el Tribunal Supremo por mal procedimiento procesal. “Nadie quiere vivir en un país dividido y en constante conflicto. Es hora de deponer las armas que nunca deberían de haberse alzado”. Y esta es una de las duras tareas que le espera, pues sí Brasil está peligrosamente polarizado y violento, como lo demostraron estas elecciones. Brasil es una olla a presión que puede estallar en cualquier momento.

Pero al mismo tiempo Lula está consciente del papel que debe jugar su país en el mundo: “El mundo siente nostalgia de Brasil, de aquel Brasil soberano que hablaba de igual a igual con los países más poderosos y ayudaba a la vez a los países más pobres”. Y para recuperar este espacio que haga crecer nuevamente a Brasil, Lula sabe que necesita de una economía abierta que le permita, como dijo, no solo industrializar el país, sino también “exportar inteligencia y conocimiento”. El Presidente electo está consciente de que solo una economía fuerte y competitiva hará posible erradicar el hambre y la pobreza, “su compromiso número uno”, como señaló.

El triunfo fue por una cabeza. Esperemos por el bien de Brasil y de América Latina, que esa cabeza, al cabo de su tercer mandato presidencial, haya justificado con holgura la estrechez de su victoria.

 

 



(918)
Enviado por: Daniel
ojo con ese cabeza a cabeza!! que le saco casi un URUGUAY de diferencia!!!!

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