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(escribe Lic. Silvia Otero) Tal vez el volumen de la lectura de mi anterior artículo sobre la soledad, pudo señalarme y por supuesto alertarme sobre la enorme y hasta cruda realidad que padecen tantas personas al enfrentarse al hecho de estar solos. Todos sabemos que estar solos no es igual a sentirnos solos, pero, ¿en qué se sostiene tal diferencia?
Todos psicológicamente tenemos un mundo interno, este se va construyendo y enriqueciendo por nuestras experiencias, aquellas que más allá de ser vividas con mayor o menor dolor pueden dejar huellas en nuestra alma o memoria. Entonces nuestra alma se despierta e intenta de alguna forma comprender porque nos sucedieron ciertas situaciones, que en más de una ocasión nos dejan devastados con un amargo sabor en la boca. Y en ese momento surge la necesidad de que impere la lógica, surge en nuestra psiquis la enorme necesidad de una explicación, ya que entender nos permitirá aminorar la angustia o el dolor. Cuando me refiero al mundo interno lo hago desde el entendido de que cada uno de nosotros debe hacerse amigo de uno mismo, mirar hacia adentro, llevar a cabo un proceso intenso de introspección y de reflexión propiamente hablando.
Detenerme y mirar me estoy haciendo cargo de mis emociones y por lo tanto de mi destino. Y solo yo puedo modificarlo.
Intento entonces hacerles llegar a ustedes mis queridos lectores por tanto hay que aprender a quererla, a elegirla, cuando se aprende se disfruta y paradójicamente queriendo estar solos dejamos de estarlo.
¿Por qué la soledad es un tema que interesa tanto a la mayoría de los mortales? Me atrevo a decir que en algún momento de nuestras vidas ella nos pegó con fuerza provocándonos ese miedo que nos arrancó lagrimas involuntarias. Hasta los más liberales supimos conocerla.
¡Pero si parecía que todo estaba claro!, hasta que de golpe, la crisis de la mediana edad, el síndrome del nido vacío y tantas otras situaciones nos hicieron sentir ese miedo que penetró en las entrañas.
Si, alguna vez, y muchos más de uno supimos tener miedo a estar solos, pero no por la edad, ni por la vejez, sino por temor al abandono, a que nuestros hijos nos olviden, al balance de cuantas cosas hicimos mal y cuantas otras bien.
El ser humano no le teme a la soledad en sí misma, sino a la consecuencia de sus actos, esos que alguna vez y sin mala intención pudimos cometer, y no hay vuelta atrás porque el tiempo y más en la actualidad, el tiempo… apremia.
Entonces surgen los vínculos desgarrantes, desesperantes, tóxicos, toxicidad que viene producida por la desesperación, más cuando es esa edad en la que estamos dando vuelta la esquina.
Y entonces se instala la paradoja, ella se hace presente tanto le huimos a lo tóxico y más tóxicos nos volvemos, y nos encontramos un día ante la posibilidad e inminencia del síndrome del nido vacío, y he ahí las lágrimas en el silencio.
Soledad puede ser sinónimo de muchas cosas, puede pensarse desde otro lugar, y debemos hacerlo, vivimos en una cultura en que la soledad está mal sentida, mal vista, se mezcla en nuestros pensamientos cotidianos que si alguien esta solo entonces no es feliz, Pues es muy diferente estar solo a sentirse solo, y sí existe la soledad elegida, cuando viene de la mano de la paz, cuando el alma ha madurado.
En soledad se puede disfrutar de la libertad, de la independencia, del triunfo, sin embargo lo que logra la mayor identificación con ella suelen ser aquellos sinónimos de angustia, por no usar la tan mal llamada depresión. Porque en nuestra cultura no se sabe vivir de otra manera, y tendríamos que comenzar a pensar en que ella tiene otro rostro, otra voz, la de nuestro propio recorrido y tal vez así se entienda que es posible dejar de sufrir, al tiempo que agradecemos nuestra propia existencia, agradecer nuestra propia vida, con errores aciertos y logros
El ser humano desde tiempos remotos ha tenidos el instinto, la necesidad de vivir en comunidades o familias, pero a medida que el tiempo evoluciona vertiginosamente mientras nos miramos al espejo entonces nos vemos y os sentimos solos.
Solos en medio de esta selva de cemento, solos en medio de una sociedad que a nadie la importa más que singularidad de nuestra propia alma, solos en medio de todos y en medio de nadie.
¿Hasta que aparece el cuestionamiento, le importamos a alguien?, y seguro que sí, realmente le importamos a alguien, pero estamos con este nuevo chip tan internalizado que tenemos temor de que no sea así.
Los invito a hacer un viaje a su propio interior y encontraran su gran compañía, la soledad depende de cómo sea sentida puede incluso llegar a ser eso… una hermosa compañía, la propia porque al fin y al cabo, a quienes se sienten solos… piensen, al fin y al cabo nos tenemos a nosotros mismos.
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