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16 de May del 2022 a las 08:32 -
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El futuro del trabajo como eje de la agenda de reformas
Discurso del Ec. Ignacio Munso, Director Ejecutivo del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (CERES), ante la Comisión Especial de Futuros del Parlamento del Uruguay
Discurso del Ec. Ignacio Munso, Director Ejecutivo del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (CERES), ante la Comisión Especial de Futuros del Parlamento del Uruguay

Sra. Presidenta de la Asamblea General Esc. Beatriz Argimón, Sr. Presidente de la Comisión Especial de Futuros Dip. Rodrigo Goñi, legisladoras y legisladores, distinguidos representantes de Organismos Internacionales, señoras y señores; muchas gracias por la invitación y por su presencia.

Es un gran honor poder disertar en el Palacio de las Leyes, en el tradicional Salón de Fiestas, hoy llamado Salón de Eventos Especiales, bajo este techo barroco bizantino de los artistas italianos, Enrico y Albérico Albertazzi, y ante la intimidante figura de próceres que escribieron nuestra historia.

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Uruguay y el mundo se enfrentan al destino. La forma como se encaren los desafíos asociados al futuro del trabajo va a repercutir en muchas generaciones. Recae sobre nuestra generación la responsabilidad de tomar buenas decisiones.

El “futuro del trabajo” está presente hace tiempo en todos los foros en los que se discuten temas de relevancia global. Si bien no hay consenso en el grado de preocupación, nadie puede negar que el proceso de automatización es un hecho, que se aceleró con la pandemia y que va a estar presente en el horizonte.

Todos estamos en el mismo mar, pero no en el mismo barco. La complejidad de las tareas requeridas es creciente, mientras que las diferencias

 

de preparación, competencias y habilidades entre las personas son enormes. Para generar puestos de trabajo complementarios a la tecnología se deben impulsar cambios en las condiciones de preparación, apoyo y regulación, porque no surgen por generación espontánea.

La demanda de trabajo en el sector que desarrolla tecnologías seguirá creciendo. También crecerá la demanda en el sector educación ante la necesidad de formación permanente y en el sector salud y cuidados ante el impulso de un incremento en los años de vida de la población. Los sectores vinculados al turismo y a la agroindustria podrían también contribuir a la demanda de trabajo en la medida que sigan sofisticándose. En todos los casos, las nuevas oportunidades de empleo surgen en tareas cada vez más complejas en las que los trabajadores deben tener una ventaja comparativa respecto de la tecnología. Esta interacción con la automatización mejora la productividad, pero viene acompañada de enormes desafíos para el país.

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Una forma útil de mirar lo que estamos viviendo en el mundo del trabajo es a través del marco desarrollado en la Universidad de Oxford que analiza el contenido de habilidades de cada puesto de trabajo y establece en qué medida estas habilidades son fáciles o difíciles de automatizar. Para ello tiene en cuenta que las máquinas todavía tienen mucho por mejorar en destreza para realizar movimientos coordinados como agarrar o ensamblar objetos delicados, así como para trabajar en posiciones incómodas. Lo mismo sucede con la originalidad para solucionar problemas o para producir sensaciones nuevas a través del arte. La metodología también tiene presente que la mayor barrera a la automatización viene por el lado de la inteligencia emocional y la empatía: la capacidad para ponerse en la piel del otro es inherente a la condición humana. Por más rápido que avance la tecnología, una máquina nunca va a poder sufrir o alegrarse por lo que le pasa a una persona. Por lo tanto, aquellos trabajos con  mayor contenido de destreza manual, creatividad y empatía serían los que tienen mejores perspectivas.

Existen otros macros de análisis complementarios, como por ejemplo el desarrollado por profesores del Massachusetts Institute of Technology (MIT), en la que a cada empleo se lo descompone en las tareas necesarias para llevarlo a cabo. Todas las ocupaciones, con diferentes grados de intensidad, son concebidas como una combinación de tareas manuales —rutinarias o no rutinarias— y tareas analíticas —rutinarias y no rutinarias. Naturalmente, las tareas manuales rutinarias son las primeras en ser automatizadas, las analíticas no rutinarias las últimas. Las manuales incluyen movimientos repetitivos a un ritmo determinado dado por la velocidad del equipamiento. Las analíticas requieren del pensamiento abstracto, creatividad, capacidad de resolución de problemas y habilidades de comunicación; son intensivas en análisis e interpretación de información, pensamiento crítico y creativo.

Más allá de la coyuntura, más allá de si las personas actualmente se encuentran desempleadas o subempleadas, hay que analizar sus perspectivas de desarrollo laboral, y para ello se puede recurrir a los datos de la Encuesta Continua de Hogares del INE y procesarlos según las dos metodologías mencionada anteriormente: la del MIT y la de Oxford.

Con la metodología del MIT aplicada de Uruguay, se puede observar que las 210 mil personas que en 2019 no eran estadísticamente definidas como pobres —porque sus ingresos se encontraban por arriba de la línea de pobreza— pero que vivían en situación económica y social similar a las 310 mil definidas como pobres se encontraban en las mismas condiciones de vulnerabilidad laboral. La vulnerabilidad era mucho menor para el resto de las personas.

En la misma línea, la metodología de Oxford aplicada a Uruguay muestra que las 210 mil personas que en 2019 no eran estadísticamente definidas como pobres, pero que vivían en situación económica y social similar  a las 310 mil personas definidas como pobres, también estaban en idénticas condiciones de vulnerabilidad laboral porque todos ocupaban posiciones laborales altamente automatizables. Asimismo, la vulnerabilidad ante la automatización era mucho menor para el resto de las personas.

Estos datos muestran la enorme complejidad del problema. Las posibilidades futuras de muchas personas están limitadas por las tendencias del mundo del trabajo y, además, hay que advertir que no es deseable, ni posible en una economía como la de Uruguay, frenar el avance de la tecnología. Tenemos que ser conscientes de que vamos a convivir con un desempleo tecnológico que no se soluciona con crecimiento económico.

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La indiscutible aceleración en la automatización de procesos condiciona la realidad económica y social; y es el eje para articular una agenda dual de reformas. Las nuevas tecnologías son una gran oportunidad para la mejora de la productividad, pero también generan la necesidad de apoyar a las personas que quedan al margen. En el mundo y en Uruguay conviven dos realidades: el aumento de productividad en las empresas —que no podrán escapar a un entorno cada vez más competitivo— y la reinvención laboral de las personas que realizan tareas que dejan de ser necesarias o que no cuentan con la formación adecuada.

La primera agenda de reformas debe estar centrada en generar las condiciones para que las empresas puedan procesar la mejora de productividad e impulsar el crecimiento.

Se puede mejorar la inserción internacional del Uruguay sin tener que esperar los tiempos de otros países para firmar acuerdos de libre comercio. Se puede aprovechar mejor los valiosos recursos humanos que tenemos en cancillería y en Uruguay XXI, motivarlos con responsabilidades concretas y mejorar la colaboración con el sector privado para colocar producción en el exterior y a atraer inversión productiva al país.

 

Más allá de los vaivenes de precios internacionales, se puede reducir el costo de la energía para producir, de la mano de una mejora de transparencia y eficiencia de las empresas públicas con participación en el mercado de capitales.

Sin descuidar beneficios adquiridos, se puede adaptar la legislación laboral a la realidad actual para encadenar crecimiento económico con mayor empleo. Hay que mirar con una óptica nueva la normativa sobre jornada laboral, sobre categorías laborales que encorsetan la negociación colectiva y sobre convenios acordados a nivel de rama que se vuelven preceptivos para empresas que no tienen nada que ver entre sí.

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Más allá de esta agenda que es absolutamente necesaria, hay que tener claro que el trabajo va a ser una preocupación permanente, que no se puede nublar por los buenos números de 2022.

Un problema es no tener trabajo. Otro problema mayor es tener dificultades para conseguir trabajo. He ahí una de las más complejas encrucijadas del Uruguay: No alcanza con retomar el crecimiento de la economía para mejorar la situación angustiante de miles de familias. Estar sin trabajo puede ser coyuntural y solucionarse con un repunte del ciclo económico; no conseguir trabajo, ser rechazado del mercado por no tener habilidades útiles para los que generan puestos de empleo, deriva en una angustia individual y colectiva que golpea fuerte. El empleo es insustituible en su rol de articulador social. Una persona ocupada siente que está aportando a la sociedad, no importa la tarea que le toque cumplir, que siempre la podrá hacer mejor.

Mientras la tecnología avanza y se vuelve cada vez más accesible, las empresas hacen números y encuentran que había posiciones laborales que no eran necesarias, pero que estaban. Las empresas de todos los sectores saben que pueden producir lo mismo con menos trabajadores. Las que tienen

 

que competir no tienen más remedio que hacerlo. Las que están en mercados no competitivos o reciben subsidios puede estirarlo en el tiempo. Mientras tanto, los nuevos trabajos que crean son diferentes a los anteriores, muchos más complejos.

Esta realidad impone la necesidad de implementar una segunda agenda de reformas, concentrada en las personas.

Se debe mejorar el sistema educativo para adaptarlo a las necesidades actuales. La realidad es que tenemos un sistema que ofrece un mal servicio y que obtiene muy malos resultados. Hace décadas que Uruguay presenta indicadores de insuficiencia educativa en Secundaria cercanas al 50%.

Es desalentador ver que tantos jóvenes en edad de entrar al mercado de trabajo no estén en condiciones de insertarse productivamente, que sean funcionalmente analfabetos. Saben leer y escribir, pero no pueden procesar información para resolver un problema, ni hacerse preguntas relevantes para aprender en el proceso. En otras palabras, gran parte de las personas que son formadas por nuestro sistema educativo son fácilmente automatizables.

La situación de la educación es crítica y, sin cambios, las perspectivas son dramáticas. Nos lo dicen estudios internacionales que analizaron la educación en Uruguay, lo saben los especialistas locales, lo reconoce la mayoría del sistema político, lo tienen claro los profesores, lo perciben los alumnos y lo sienten los padres.

Es un avance que, a partir de este Gobierno, el Ministerio de Educación y Cultura, al inicio de cada período, deba enviar a la Asamblea General su proyecto educativo para el quinquenio, en coordinación, consulta y acuerdo de compromiso con las autoridades de los organismos autónomos de la enseñanza. Más aún, cuando el documento incluye metas  precisas, lo que contribuye a la rendición de cuentas y participación de la ciudadanía en un asunto de tanta relevancia.

El Plan de Política Educativa Nacional 2020-25 se compromete a que en el sistema educativo se generen comunidades con competencias específicas en la toma de decisiones pedagógicas y funcionales para adaptar el programa a las necesidades de la realidad. Es necesario exponer al alumno a situaciones reales, impulsarlo a desarrollar todos los recursos necesarios para resolver un problema que podría darse en el ámbito laboral, a desarrollar la capacidad de trabajar en equipo, la creatividad, la planificación, la cooperación, la comunicación no verbal, la escucha activa, así como todos los aspectos emocionales que afectan el comportamiento de la persona. Se dio un puntapié inicial para impulsar los cambios educativos que el país necesita. La urgencia de su concesión aumenta en las circunstancias actuales y la sociedad tiene la obligación de exigir que se cumpla.

Se pueden mejorar los programas públicos de recapacitación laboral para los que necesitan nuevas oportunidades. No es nada sencillo, pero todo el esfuerzo invertido en recapacitación tendrá sus frutos en el futuro. Son muchos los trabajadores que lo necesitan. La lectura de la serie de documentos sobre el Futuro del Trabajo publicada en 2019 por la OIT, en conmemoración de su centenario, indica que el camino es la inversión permanente en el desarrollo de capacidades humanas.

Se debe repensar la red de protección social y los programas de transferencias vigentes. Se debe asumir la responsabilidad.

Es necesario mejorar el apoyo del Estado a las personas que se tienen que reinsertar en el mercado de trabajo. Entre las posibles alternativas se podría analizar un subsidio para la reinvención laboral, sin contrapartida, que garantice un ingreso mínimo de subsistencia; lo que lleva a discutir la viabilidad económica (y qué beneficios sociales se deberían sustituir para poder financiarlo) y si deben estar condicionado o no.

 

Hay casos que se pueden tomar como ejemplo. Uno de ellos es la experiencia finlandesa de asignar una renta básica a desempleados en sustitución del tradicional seguro de desempleo. Los resultados muestran que el impacto en el empleo de corto plazo fue pequeño, pero los que recibieron ese apoyo sufrieron mucho menos trastornos de salud mental y mejoraron notoriamente su confianza en las perspectivas laborales futuras. Los beneficiaros valoraron poder concentrarse en el desarrollo de aquellas capacidades que creen que pueden mejorar su reinserción laboral, y poder empezar de nuevo.

La base de un subsidio no condicionado, o renta básica como se lo conoce a nivel internacional, se sustenta en la confianza de la libertad individual; en que las personas pueden correctamente elegir como asignar su tiempo mientras reciben el subsidio temporal. Los que se oponen sostienen que se generan desincentivos al trabajo y que se fomentan actividades con consecuencias negativas para las personas. Sin embargo, en los últimos 20 años, en todo el mundo se ha visto que los programas sociales con contrapartida no han logrado los objetivos para los que fueron diseñados. Por más estricto que fuese el control de la asistencia a la educación y los chequeos de salud de los hijos de los beneficiarios, estos programas no han logrado incidencia efectiva en la movilidad social intergeneracional.

Este subsidio para la reinvención laboral debe estar diseñado para ayudar a las personas que perdieron su trabajo, que tienen su experiencia laboral acumulada en tareas automatizables y todavía están lejos de jubilarse. Se debería establecer con claridad el plazo de vigencia y estar enfocado en un grupo bien definido de personas con habilidades laborales obsoletas o con alto riesgo de ser automatizadas. Se debería incluir la opción voluntaria de participar en programas de capacitación financiados por el Estado.

En el contexto actual y ante lo que se viene, un apoyo para la reinvención laboral podría tener un impacto superior a los programas de transferencias vigentes. El país no tolera suba de impuestos: los contribuyentes ya hacen un esfuerzo demasiado grande para financiar servicios públicos y una amplia batería de transferencias sociales existentes. La reforma de la seguridad social es parte de esta agenda, y tiene un rol central a la hora de redistribuir recursos fiscales.

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La realidad que nos toca vivir es compleja. Sin lugar a dudas. Pero se puede ser optimista. Existen condiciones para poder pensar en el futuro del trabajo con compromisos de unidad nacional. En ese sentido tengo que transmitir una valiosa experiencia personal.

Desde hace varios años mantengo regularmente reuniones con líderes políticos de todos los partidos; con líderes empresariales y sindicales, y con líderes de organizaciones sociales, civiles, militares y religiosas. Todas las reuniones son diferentes, en distintos contextos, todas han sido extremadamente enriquecedoras. El hilo conductor ha sido la preocupación por el futuro del país: los desafíos del Uruguay mirando hacia adelante.

Sorprendentemente, en todos los casos, basta con poner el tema futuro del trabajosobre la mesa, para que por arte de magia los acuerdos se vuelvan enormes y las discrepancias mínimas. El sentido de urgencia también aparece. Nadie plantea la alternativa de frenar el avance de la tecnología en el país. La visión de tener un frente común ante el cual no se puede mirar para el costado ni asignar culpas, ayuda.

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La realidad que vivimos nos lleva a lo más básico. Para cerrar, comparto la visión del futuro del trabajo del filósofo italiano Alessandro Baricco con la que no puedo estar más de acuerdo: “Mientras que la inteligencia artificial nos llevará aún más lejos de nosotros, no habrá bien más valioso que todo lo que haga sentirse seres humanos a las personas”. Así lo tratamos de dejar plasmado en nuestro libro “La revolución de los humanos: el futuro del trabajo”, publicado el año pasado.

 

La preocupación por el fututo del trabajo es tan básica como el sostén a la sobrevivencia humana e incluye a la creatividad personal, tanto material como espiritual. El gran desafío es, no solo hacer al trabajo consistente con la prosperidad material y la solidaridad social, si no también con nuevas formas de la realización personal, para vivir más y mejor al servicio de una vida útil. Ahí está la esencia del problema que tenemos que resolver como sociedad y sin olvidarnos nunca de lo más importante: ¡el ser humano!

 

Muchas gracias.



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