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08 de April del 2020 a las 09:46 -
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Tiempos de excepción.  Algunas cuestiones éticas que se perfilan
De las pandemias siempre se ha salido. Con tales o cuales resultados. Siempre se salió.  Del mal, parecería que la salida es más compleja, si es que fuera posible.
De las pandemias siempre se ha salido. Con tales o cuales resultados. Siempre se salió.  Del mal, parecería que la salida es más compleja, si es que fuera posible.

(escribe. Prof. Alejandro Miroli) El pensamiento sobre un evento catastrófico exige distancia, perspectiva, densidad temporal; y ello porque la capacidad de predecir el futuro de un evento supone que todas las variables estén fijas en el estado del evento; basta que una variable cambie para que la predicción se torne vacua.  Y sobre todo en la edad del conocimiento, en la cual un desarrollo técnico puede cambiar de modo impredecible el estado futuro de dichas variables. O sea, necesitamos esa clase de estabilidad de las variables que da la presencia de cierto espacio temporal entre lo ocurrido y su reflexión.  

Y ello es particularmente importante para las pandemias. No sólo operan las variables bioquímicas y epidemiológicas, sino porque al comprometer a toda la sociedad, todas las variables que conforman el sistema social total están comprometidas al unísono.

Y también está comprometido el arbitraje que hay que hacer entre ellas, la optima combinación de reforzar una o ralentizar otra en aras de un objetivo.  Esta cuestión explica en parte la diversidad de modos en que las diversas naciones reaccionaron ante la pandemia del virus.  

Ese arbitraje involucra ciertos conflictos éticos. No es tiempo de examinar resultados o de hacer pronósticos apocalípticos sobre el futuro estado de la humanidad (ya la humanidad tuvo otras pandemias, y como se usa decir, llegó hasta aquí sin vacunas, ni asepsia ni antibióticos ni nada). Pero sí presentar dichos arbitrajes, abrir conversaciones sobre ellos.

 

  1. ¿ES SALUD O ECONOMÍA? UN FALSO DILEMA. ¿Es la decisión pública sobre la pandemia una elección entre la salud o la economía? No estrictamente. Toda decisión pública es económica, es sobre recursos escasos y su aplicación para un cierto fin. Por ello, en ese sentido la elección de una política de salud sobre otra es una elección económica; conversamente la elección de la clausura de las actividades económicas no imprescindibles sobre permitirlas es una decisión de salud. En efecto no todos están igualmente preparados por su infraestructura de vivienda, capacidad de ahorro, disponibilidad de recursos, para vivir en asilamiento preventivo de la misma manera. Por ejemplo el aislamiento preventivo impide ciertas actividades físicas en gimnasios y espacios públicos, que puede ser esencial para la salud de muchas personas. No todos lo pueden reemplazar por actividad en sus hogares, o no hay espacio o se comparte o lo que sea. Al mismo tiempo el aislamiento preventivo impone una interacción familiar que puede ser lesiva para la estabilidad emocional. No hace falta ninguna evidencia antropológica para entender ello: basta ve el impacto que el encierro tiene en los mamíferos. O sea la alternativa será el arbitraje entre ciertos objetivos de salud y ciertos sacrificios o pérdidas inevitables en la vida social e individual.

 

  1. CLAUSURA SOCIAL Y MUERTOS SIN NÚMERO. Salud vs. Salud. Además del arbitraje entre confinamiento preventivo y actividades laborales e industriales, hay otro arbitraje, que es entre salud y salud. Se dice, con fundamento que la decisión pública de restringir la interacción social para evitar la expansión del contagio es un arbitraje entre salud y economía. Y que se eligió la salud. Hemos señalado que no es exactamente así. Pero no es el único arbitraje. Hay otro que es entre la salud y la salud. Explico: al instrumentar la adecuación del sistema sanitario para recibir las víctimas de la pandemia, se prorrogan operaciones programadas, tratamientos ambulatorios, servicios de guardia u otros, al mismo tiempo las áreas administrativas de los servicios de salud, seguros médicos, mutuales u obras sociales, al migrar a modalidades de teletrabajo se hacen menos accesibles, ya que muchas veces las conexiones telefónicas no funcionan, o las centrales de atención se saturan, o las redes caen, mucha gente no tiene cultura de tele-actividad, se restringen los trámites a cursar, etc. Ahora ¿quién puede asegurar que todo ese trasvasamiento de casos hacia el futuro no puede producir la muerte de algunos o de muchos? Porque en la ralentización de las autorizaciones médicas o farmacológicas, en la restricción de la oferta de servicios, alguno, o varios se morirán. Y ¿van a hacer una encuesta sobre el desarrollo de los casos que sean excluidos de las guardias? Porque tal vez alguno se muera y nadie puede asegurar a priori que ese cálculo se pueda hacer. Yo no me animaría a decir que cualquier cirugía programada es digamos diferible sin fecha. Aquí aparece un arbitraje inevitable entre salud y salud entre muertos con número -estadística precisa- y muertos sin número.

 

  1. NEUTRALIDAD O SESGO DE LA CUARENTENAS. Hay un principio moral básico: si se exige un sacrificio para todos por igual por un fin que compete a todos por igual, el resultado en las vidas personales tiene que ser neutral. O sea que quien trabaja como cuentapropista o como monotributista, o tiene un comercio haga el mismo sacrificio -no más- que quien tiene un sueldo público garantizado de por vida y no vinculado a su eficacia laboral. Y esas diferencias pueden tener impacto en las capacidades de acceso a los bienes básicos, y a la salud.  Esta exigencia es necesaria en la situación de confinamiento social preventivo: cada uno no sólo necesita no contagiarse, sino que necesita que su prójimo no se contagie, porque a menor cantidad de portadores asintomáticos del virus, menor posibilidad que cada uno se contagie y disemine el virus, o sea todos se necesitan mutuamente en el mismo grado.  Y el requisito de neutralidad surge de la universalidad de los mandatos morales.  Y exigir esfuerzo homogéneo es algo básico. Hay miles de economías familiares que van a quedar devastadas, hay cientos de gremios que van a retroceder varios casilleros y por otro lado la burocracia estatal no va a tener merma alguna en su ingresos.  Y lo mismo pasa con los jubilados, pensionados y titulares de planes sociales. El resultado del confinamiento preventivo debe ser neutral entre los que manejan recursos electrónicos y quienes no sea por edad, incapacidad cognitiva, rechazo personal, u otro motivo.  Por ello es absolutamente necesario que se impongan mecanismos de compensación que preserven dicha neutralidad.

 

  1. UTILITARISMO Y DENTOLOGÍSMO EN LA DECISIÓN PÚBLICA.

 

En 1967 la filósofa británica Philipa Foot presentó un caso de dilema moral que generó una inmensa literatura y debate posterior. Y en 1985 la filósofa estadounidense, Judith Jarvis Thomson, presentó otra versión que opera como alternativa. El caso original de P. Foot es el siguiente:

 

Tú eres un conductor de trenes, y nota que el convoy no puede frenar y se pierde el control, y que por la vía que avanza el convoy hay cinco trabajadores que no tienen tiempo de desalojarlas.  Pero tú puedes mover la palanca de cambio de vía y mandar al convoy a un desvío lateral en la cual hay un solo trabajador.  O sea debes elegir instantáneamente entre salvar a cinco y matar a uno, o dejar morir a cinco y salvar a uno. ¿Está moralmente legitimada tu decisión?

 

La variante de J. J. Thompson es la siguiente:

 

Tú eres un operador ferroviario, y observas como un convoy se dirige sin control hacia un grupo de trabajadores que está reparando la vía.   No puedes desviarlo, pero te das cuenta que hay una opción: a tu lado está parado un hombre muy obeso, y tú sabes que si lo empujas el convoy se detendrá, el hombre obeso morirá pero se salvarán los cinco. ¿Estaría moralmente justificada tu decisión?

 

En los estudios de psicología moral, la evaluación de dichos casos ha sido inversa, como ha señalado David Edmonds:

 Un extenso estudio fue llevado a cabo online por la BBC e involucró a 65.000 participantes.  El resultado no difiere de otros. La BBC encontró que básicamente cuatro de cada cinco, desviarían el convoy hacia la vía con un único sujeto. Pero sólo uno en cuatro aceptaría que el hombre obeso sea arrojado sobre el riel. Otros estudios han sugerido que casi el 90% aceptaría el desvío del convoy en el primer caso, y que casi el 90 % rechazaría empujar al hombre obeso. (Would You Kill the Fat Man?: The Trolley Problem and What Your Answer Tells Us about Right and Wrong, Princeton, Princeton University Press,  2013, p. 93).

 

Estos casos hay sido sometidos a variaciones y debates intensos; pero aquí permiten ilustrar dos  reglas fundamentales en los debates de la ética teórica:

 

-el primer caso puede ilustrar  una regla utilitarista: un agente tiene que decidir en modo que su decisión beneficie al mayor número -siendo todas las circunstancias similares.

 

-el segundo caso puede ilustrar una regla deontologista: un agente siempre tiene que tomar la vida humana como fin en sí mismo y nunca como instrumento para ningún logro.

 

El primer caso, y la regla utilitarista introducen el tema del mal menor: sí una decisión -privada o pública- supone un daño -en el ejemplo, el conductor elige matar a uno antes que a cinco- entonces el dañó a la única víctima está justificado en el beneficio de los supervivientes.

Ahora bien, ese daño está justificado desde el punto de vista de los supervivientes, no desde el punto de vista de la víctima, y eso parece ir en  contra de la intuición de igual tratamiento moral.

En efecto, en el primer caso, que el convoy va por la vía que lleva a los cinco trabajadores, y que el conductor elige cambiar la dirección  Así vistos, ambos casos son similares: un agente que puede hacer algo que salva a alguien y mata a otro, lo hace. No importa que en un caso la persona a morir estuviera en una vía lateral y en el otro estuviera al costado. Parecería que ambos casos son similares. Y que la vida nunca puede ser tomada para beneficios de otras vidas.

Ello no significa que la regla utilitarista no sea inevitable. Pero sí que la afectación de terceros no es un mal menor, sino que es tomar a los terceros como instrumentos. Y ello aparece en cada caso de arbitraje entre requerimientos que de ambos lados tienen víctimas. En  ese caso, la mera apelación al beneficio de un cierto grupo o colectivo social, parecería requerir algo más. Requerir que los arbitrajes operen siempre en ambas direcciones, que cada medida hacia el beneficio agregado de la mayoría, sea al mismo tiempo otra medida hacia el beneficio agregado o no de quienes están desplazados en la decisión utilitarista.

Supone ello, en tiempos de excepción, una decisión pública de equilibrio inestable. Una prudencia que trate de hallar puntos medios, que siempre será inestables, movedizos. 

De lo contrario, es posible que en el largo plazo los llamados males menores devengan males mayores. Una ética de urgencia debe seguir siendo ética y debe seguir considerando que en un cierto grado el perjuicio de nadie puede ser el beneficio de otro; sino, se transforma den una tecnología de decisión.

De las pandemias siempre se ha salido. Con tales o cuales resultados. Siempre se salió.  Del mal, parecería que la salida es más compleja, si es que fuera posible.

 

 

 

 

 



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