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05 de March del 2016 a las 09:10 -
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¨Tus padres volverán¨ una historia para recordar y tomar conciencia
Este sábado a las 20.00 horas en Manzana 20, una oportunidad para conocer parte de nuestra historia
Este sábado a las 20.00 horas en Manzana 20, una oportunidad para conocer parte de nuestra historia

Este sábado 5 a las 20.00 horas en Manzana 20, como dimos cuenta por separado llega a Mercedes el equipo de Efecto Cine con su proyecto Efecto Pedal. Este  proyecto tiene como premisa que toda la electricidad necesaria para inflar la pantalla, proyectar la película y alimentar el sonido y demás equipos se genera a la través del pedaleo del público. 

En la ocasión se exhibirá la película -documental "Tus Padres Volverán" del realizador doloreño Pablo Martínez Pessi y que cuenta con la historia de un mercedario como Marcos Medina Lockhart.

En 1983 un grupo de 154 niños, entre 3 y 17 años, volaron solos desde Europa a Montevideo. Eran hijos de exiliados políticos de Uruguay, que imposibilitados de regresar a su país, enviaron a sus hijos a conocer a sus familiares y su país de origen. Este gesto humano, pero con un mensaje político, influyó para siempre en el desarrollo de la identidad de los niños. Hoy, 6 de ellos recuerdan el día que una multitud los recibió cantando “tus padres volverán”.

Gabinete films cuenta que esta es la historia de 6 de los 154 niños que en 1983 volaron solitos desde Europa a Uruguay en un chárter puesto por el gobierno español, cuando la dictadura militar uruguaya estaba llegando a su fin. Eran hijos de exiliados políticos de Uruguay que, imposibilitados de regresar a su país, enviaron a sus hijos a conocer a sus familiares directos y a su país de origen.

El avión arribo al mediodía en uno de los días de más calor en la historia de Uruguay. Los subieron a 10 ómnibus urbanos y se fueron en caravana. La sorpresa fue que a los lados de la ruta, las calles y la rambla, había miles de personas esperándolos. Los niños miraban atónitos por las ventanillas de los ómnibus mientras la gente los saludaba, gritando al unísono el impresionante grito de “tus padres volverán”.

Desde el aeropuerto a la ciudad hay sólo 18 km, la caravana demoró 4 horas en llegar; habían vuelto “los hijos del exilio”. En lugar de los padres viajaron los hijos; llevaban en sus maletas abrazos a gente desconocida y mensajes de adultos que para muchos eran inentendibles. Volvieron con postales de aquel país idealizado, triste y raro. Un país que hasta el día de hoy muchos se preguntan si es el de ellos.

Este gesto humano, pero cargado de un mensaje político, no sólo apoyaría la lucha por los derechos humanos y la libertad, sino que sembraría para siempre en la vida de muchos niños, el conflicto con la identidad y el abandono.

Hoy Jorge vive en Dinamarca, Marcos en Bélgica, Guzmán en Italia, Cecilia en España, Fernando y Salvador en Uruguay. Algunos ya son padres, otros recién lo han sido y viven con sus hijos lejos de sus familiares. Conservan y rememoran ese gesto de libertad que emocionó y unió a todo un país, y a partir de él reflexionan sobre su vida como hijos de exiliados políticos, sobre el rol que tuvieron que cumplir en aquel momento, sobre las personas, lugares y cosas que han abandonado por ir detrás de sus padres, “en una vida llena de retiradas”.

La entrada será libre y gratuita. Por otra parte se destaca que también se proyectarán cortometrajes vinculados al uso de la bicicleta y a los ejemplos de otros países de Latinoamérica y el mundo, en los que la bicicleta participa como agente de cambio fundamental en la concepción moderna de las ciudades y del estilo de vida de las personas en la actualidad. Se invita a grupos de ciclistas, deportistas y público en general interesados en pedalear que se acerquen ese día a la "Manzana 20" media hora antes del espectáculo. 

LA HISTORIA DE MARCOS MEDINA LOCKHART

Uno de los niños de esta historia es Marcos Medina Lockhart un mercedario que en una carta publicada en su cuenta de Facebook cuenta su historia y aquí compartimos:

Me llamo Marcos Medina Lockhart. Mi papá es Jorge Medina Cedrés y mi mamá Helena Lockhart Santellán. Nací en 1972 en Mercedes. Tengo dos hermanos: Pablo de 1974 y Nicolás nacido en el 1981 (cuando recién llegamos a Europa). Mis padres tuvieron que irse en 1979 del Uruguay y consiguieron refugio político en Bélgica. Nos quedamos todos en ese país desde entonces, en Bruselas. Yo vivo en un pueblo en las afueras de la capital, el tan conocido Waterloo. Los tres hermanos tenemos todos pareja y familia, ya hay 7,5 nietos Medina Lockhart. Mi tía Martha Lockhart también vive acá en Bruselas desde 1980.

Ahora estoy casado con Andrea ARAYA YUTRONICH, chilena, soy padre de tres hijas adolescentes: Zoe, Noemi y Tessa. Soy ingeniero en informática, y mi esposa psicomotricista en jardinera.

El viaje de los niños - Recuerdo de los hechos.

Fue a fines de 1983, se estaba acabando la dictadura militar, pero estaba aún vigente. Militantes (unos exiliados, otros desde acá) lograron el apoyo del Estado español para mandar un avión con 154 hijos de uruguayos exilados en varios países de Europa, hacia Uruguay, para que vean los familiares. Pero por supuesto también como gesto político fuerte para acelerar la vuelta de la democracia. Yo era uno de esos 154 niños. Venía de Bélgica, como 8 otros niños.

La película.

Pablo Martínez Pessi, de Gabinete films, joven y talentoso cineasta originario de Dolores, tuvo la idea de retomar ese evento extraordinario, pero que 30 años después ya se había olvidado y que él mismo no conocía al ser bebé cuando sucedió. La idea de base era contribuir a la memoria colectiva, pero Pablo quiso ir más allá, hacia una reflexión de como esos niños vivieron el viaje y el exilio, pues la mayoría de los 6 niños, ahora cuarentones, que entrevistan en la película no volvieron al país.

No sé cómo exactamente como Pablo tuvo la idea de proponerme a mí integrar el proyecto. El hizo muchas investigaciones preliminares y obtuvo mis datos por parte de otros chicos contactados previamente. Mi respuesta fue la misma que ahora. Me entusiasmé por participar a ese proyecto positivo para la memoria colectiva, pero también porque a pesar de tener ya 35 años de exilio, siempre es una gran emoción que gente del paisito se acuerde de mí y para mí un gran placer compartir.

Qué nacionalidad?

Bueno, y ahora la pregunta que todo el mundo hace, incluso (me hiere mucho) familiares míos: me siento Uruguayo o no? Podría comenzar a explicar, que me siento Uruguayo de corazón, que cada 4 años, cuando Uruguay está en el mundial (o cada 8 …), recupero plenamente mi identidad Celeste, pero que por lo demás crecí en Bélgica, que mis referencias culturales son en mayoría belgas (francófonas), que no tengo realmente amigos Uruguayos propios, que desconozco los usos de la vida cotidiana y profesional en curso en Uruguay, que aunque mi viejo era de Peñarol yo celebro igual los éxitos de Nacional, que me siento igual muy identificado con Argentina y que me interesa un coco donde nació Gardel … En realidad tendría que responder solamente que tengo una identidad múltiple, pero esa respuesta no llena, la gente que no ha vivido el exilio no lo entiende. Es uno de los temas que por lo personal desarrollé en la entrevista filmada para esa peli.

Otra leyenda que circula acerca de los hijos que Europa nos robó: no soy vegetariano. Es más, acá encontramos una carnicería que vende carne uruguaya, chorizos con receta criolla (Argentina en realidad) y tiras de asado (pero con carne irlandesa…). Acá la carne es muy cara, pero aprovecho cualquiera oportunidad que me dejen las nubes belgas para que mi paladar se acuerde del paisito.

Aclaremos otro tema primordial que según los estudios estadísticos del instituto nacional mide con exactitud mi porcentaje de sangre uruguaya. El mate. Tengo un padre fundamentalista, siempre tomó mucho (mate), y su preparación la ejerce como un rito religioso. Una vez un amigo mío le preguntó como se hacía y se quedaron dos horas charlando… Eso, lo admito, me cohibió, y nunca preparo mate en casa. Pero si conservo religiosamente todo el arsenal para prepararlo, y siempre acepto los mates que me ofrecen mi viejo. Eso es otro tema que desarrollo en la película: la familia como lugar de transmisión de raíces…

Mi historia.

Como conté, nací en Mercedes en el 1972 y crecí como un pequeño Mercedario normal en mis primeros años, jardinera, escuela uno hasta segundo… Bueno así lo pensaba pues contaba con el amor de mis padres y mi familia. Pero en realidad, mis padres no podían ejercer en la enseñanza y les costó reciclarse, la gente no quería meterse con ellos por miedo, y cada lunes mí papá se tenía que presentar al cuartel: lo acompañé una vez, entendí varios anos después… Sin contar la cárcel: poco tiempo cada vez, pero varias veces. Mi papá no presenció ninguno de los nacimientos, y mi mamá estaba presa cuando yo nací… Después de varios años de vida vigilada por los militares, mis padres tuvieron finalmente que exiliarse a finales de 1979. Elegimos Bélgica, pues ahí mi tía Martha había conseguido exilio después de 5 años de retención en Argentina. Cuando nos fuimos tenía 7 años, y mi hermano Pablo tenía 5. Huimos por Brasil, donde un empresario de Porto Alegre nos recibió y nos mandó a la oficina de Naciones Unidas de Rio de Janeiro, donde esperamos 6 meses antes de ir a Bélgica. Desde ese momento comenzaron series interminables de noches llorando, extrañando a las vacaciones en el campo de mi tío Coto, mis primos Giordano y Mauricio que tenían mi edad, el río Negro, mirar los grandotes jugar al basquetbol en el Remeros, mis compañeros del barrio, teniendo que vivir en países donde no entendía como hablaban … Por suerte apenas al llegar a Bélgica, el recibimiento de los otros exiliados fue magnífico, muy rápido tuve muchos amiguitos uruguayos, pues nuestros padres militaban juntos, manifestaciones, acciones de solidaridad, reuniones … También les dieron la posibilidad de aprender el idioma, estudiar y luego trabajar.

Como viví el viaje.

A finales del 1983 tenía 11 años. Los hijos de exiliados éramos niños, pero marcados por el sufrimiento del desarraigo, y acompañando seguido a nuestros padres en las actividades militantes. Teníamos conciencia política, no la de un adulto que pueda votar, pero estábamos informados, entendíamos la significación de ese viaje, sus peligros, y estábamos orgullosos de por fin ser protagonistas de la lucha que emprendieron nuestros padres.

Pasaron poquitas semanas entre la idea del viaje y el vuelo. Mientras en Uruguay y afuera organizaban el viaje, los militantes belgas tuvieron que decidir quienes iban a viajar. Los criterios eran estrictos pero teníamos cierta latitud para elegir los niños que aprovecharían los 8 cupos para Bélgica. Se tenía en cuenta la situación familiar, también el equilibrio entre fuerzas políticas, solo un niño por familia… Esas reuniones se hicieron en la casa de mis padres. Por supuesto que había mucho miedo, pero recibimos muchas garantías por parte de los organizadores. Y habían muchas ganas de participar a un evento histórico, y también por supuesto de retomar contacto con los familiares quedados en Uruguay. Era una oportunidad única. Para nosotros los niños era también una maravillosa oportunidad de viajar entre amigotes…

De Bruselas partimos el 23 de diciembre en tren, un adulto nos acompañaba. A mí me encargaron de ayudar al menor de nosotros, Fernando (el que aparece en la película), él tenía 10 años y no entendía español. Llegamos a Madrid el 24 y ahí festejamos navidad… para muchos fue la ocasión de reencontrarse con otros hijos de refugiados de otros países europeos, pues se habían organizado previamente encuentros internacionales. Pero yo no conocía a nadie y al contrario me sentí muy solo… Esa noche fue una locura, imagínense más de 100 niños juntos, con toda la euforia de un viaje tan esperado. Luego el viaje en avión. Al llegar a Montevideo la tensión era grande. Nos acompañaban diputados españoles y había varias garantías internacionales, pero llegábamos a una dictadura que, lo sabíamos, había roto las vidas de nuestros padres, y las nuestras igual. El avión llegó a Carrasco, y nuestros familiares nos esperaban a 18 km en la sede del AEBU, al final de la rambla. Hicimos ese trayecto en 8 ómnibus, repartidos por países, y nos dijeron de quedarnos tranquilos, pues había incertidumbre. Pero afuera la gente se animaba y se acercaba de los buses, nos daban de todo, gritaban, surgieron gritos espontáneos como ese famoso « tus padres volverán » … Por supuesto que terminamos por animarnos también, y cantamos los eslóganes que nos conocíamos de memoria (« se va acabar, la dictadura militar »). Llegando al AEBU, un mar de gente, era impresionante, todos gritando en contra de la dictadura, éramos héroes, sabíamos que el objetivo estaba cumplido. Esas 4 horas de ómnibus fueron sin duda el momento más emocionante de mi vida, imposible evocarlo sin llorar. En la AEBU vi a una panza conocida y corrí a abrazarla… Me esperaban mis tíos Coto (Washington Lockhart Santellan), Elisa Lockhart, Tincho Santellán, y mi abuela paterna Ata Cedres que vivía cerquita. También estaba Raquel Preve, que se había ofrecido como adulto responsable a la organización del viaje. De ahí me llevaron inmediatamente a Mercedes, donde me quedé diez días, antes de volver. En realidad para mí fue simplemente volver a encontrar la vida que tenía hasta 4 años antes, mis abuelos, mis vecinos, Eduardo, Mario, Héctor … Ellos me miraban diferente pues venía de Europa, pero para mi todo como antes. Mi tía organizó una o dos fiestas en su casa, en realidad supe después que presenciaban dos otros chicos de Mercedes que viajaron conmigo. Nunca supe quiénes eran (quizás Julio Fajardo que animó la fiesta con su guitarra podría dar más informaciones al respecto). Había mucho miedo en Mercedes, la gente no se manifestaba mucho. Yo lo pasé muy bien, pero nada que ver con lo que pasó en Montevideo: ahí la euforia de las primeras horas se prolongó toda la estadía, se multiplicaron los actos, las muestras de cariño de la gente… por ser del interior, mi experiencia fue mucho más tranquila.

La vuelta a Bélgica fue por supuesto mucho más triste… En la estación de tren de Bruselas nos esperaban por supuesto los familiares pero también un periodista importante de la televisión belga. Ese periodista, Josy Dubié, estaba muy al tanto de la situación en nuestro país, de hecho aún ahora conserva amigos en Uruguay que va a visitar de vez en cuando. Mucho tiempo después del viaje, se lanzó en política y llegó a ser senador.

Mi exilio.

Poco después del viaje, muchos exiliados volvieron. Mis padres quisieron prepararse con tiempo para la vuelta, pero en realidad estaban cansados y la vuelta significaba tener que comenzar otra vez de cero… cuando por fin los dos teníamos situación profesional estable, a nosotros nos iba bien en la escuela, papá estaba feliz de haber por fin podido presenciar a un parto… Igual se demoraron quince años en tirar las valijas grandes que teníamos detrás de la puerta de entrada, y comprar casa…

Volví escasas veces a Uruguay después de ese viaje memorable. Pero siempre con excelentes motivos. La primera vez era en 1992, con 20 años. Había terminado el liceo, y aún seguía con el plan sugerido por mis viejos: termino los estudios y vuelvo a Uruguay. Esa vez fue como para retomar contacto. Muchos Uruguayos ya se habían vuelto a vivir al paisito, y los que quedamos ya no teníamos muchos motivos para reunirse tras la vuelta de la democracia, mis amiguitos uruguayos también se habían ido, y yo casi había perdido el idioma ... Ese viaje fue como para recuperar a toda la niñez que no viví en Uruguay, incluyendo la escolaridad … Mi tía Elisa Lockhart, directora del liceo Campos en ese entonces, me propuso compartir los cursos de la 6o derecho 4 … Esas semanitas compartí con un grupo maravilloso que me dio la ilusión de no haberme ido nunca de mi querida Mercedes. Estaban Aldo Rodríguez, Julia Vespa, Nelda Rivas, Oscar Varela… De ahí los únicos amigos Uruguayos que tuve solo, sin conocerlos por familiares…

La idea era terminar los estudios e ir a vivir a Uruguay. Pero como suele pasar, me enamoré antes de lo previsto, de Andrea ARAYA YUTRONICH, llegada hace poco de Chile.

Dos años después en 1998, me recibí de ingeniero civil, y comencé a trabajar en informática.

Volví en el 2000, para presentar mi futura esposa chilena, a mi familia Uruguaya, ya teniendo familia… Veníamos desde Chile a conocer a los suegros y cuñados. Volví por última vez el año pasado, en el 2014, para que mis tres hijas, Zoe (2000), Noemi (2001) y Tessa (2002) conozcan a sus raíces. En el mismo viaje habíamos visitado a los familiares en Chile y Argentina… En total visitamos a 100 personas en 10 lugares de Chile, Argentina y Uruguay. No les aguantaban los corazoncitos de tantos descubrimientos y emociones. Imagínense lo que tiene que pasar en sus cabezas en cuanto a identidad y multiculturalidad…

Y ahora no sigo más porque ya no me quedan pañuelos para secar los torrentes de lágrimas que me costó escribir este artículo.

Marcos Medina Lockhart - Waterloo, Bélgica. Agosto de 2015

La carta fue publicada en Diario Acción de Mercedes

 

Fotografías: 1- Marcos junto a sus abuelos maternos

2- Marcos y su actual familia

3- Helena Lockhart Santellán y Jorge Medina Cedrés

 



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