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Si bien en Uruguay no hay cifras concretas, en el ámbito internacional se considera que entre un 5 y 10% de las personas mayores sufren de maltrato. Estos datos se conocen en el marco del Día Mundial sobre la Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez, que este lunes 15 se conmemora.
Adulto mayor es aquella persona de entre 60 y 75 años de edad y anciano se considera a toda persona de más de 75 años.
A continuación presentaremos algunos datos sobre la situación socio-económica de las personas mayores en nuestro país
En Uruguay la cobertura en prestaciones sociales es amplia, el Banco de Previsión Social (BPS) cubre a un 88% y otro 8% es cubierto por prestadoras privadas lo que hace un total de 96% de cobertura ya sea en prestaciones contributivas o no.
En cuanto a los ingresos por prestaciones sociales hallamos que si bien la cobertura es amplia, la gran mayoría de las personas beneficiadas por estas no superaban en el 2010 las 3 Bases de Prestaciones Contributivas
(BPC). En esas franjas más bajas encontramos que la gran mayoría son mujeres. Además el 70% del total de los jubilados no supera las 6 BPC. Las prestaciones por concepto de pensión se concentran en su mayoría en los dos tramos de ingresos más bajos, desde menos de 1 BPC hasta 3 BPC y alcanzan más del 72% del total de prestaciones por este concepto. Si se considera el ingreso per cápita de los hogares en función del ingreso promedio de las personas mayores, surge como observación interesante el hecho de que el ingreso por concepto de las pensiones supera el ingreso per cápita del hogar. Este aspecto evidencia como las personas mayores contribuyen al aumento del ingreso per cápita de los hogares, donde en muchos casos determina la diferencia de la caída o no por debajo de la línea de pobreza. Así, en muchos casos, las personas mayores contribuyen a aumentar el poder adquisitivo de los hogares. En cuanto a las vulnerabilidades a las que se ven expuestas las personas mayores, el porcentaje de hogares con adultos mayores por debajo de la línea de pobreza se encontraba, al momento de realizado el estudio de (2011), en el 7,41%, aunque se desconoce qué tan pobres son los hogares pobres. La observación de los niveles de pobreza no permite, por lo demás, tener una visión exhaustiva de las situaciones de vulnerabilidad, ya que hay otras dimensiones del bienestar social que no han sido consideradas hasta ahora en un enfoque multidimensional.
Conviene ahora considerar el trabajo no remunerado que realiza la persona adulta mayor. En primer lugar no supone la posibilidad de una jubilación ni un ingreso por más que la carga horaria sea equiparada con un empleo formal. Al mismo tiempo encontramos que no hay una edad identificada por la sociedad donde la carga de este tipo de trabajo disminuya o se abandonen dichas tareas por completo. Esto será pautado por aspectos vinculados a las posibilidades físicas de la trabajadora o el trabajador. Es importante a este respecto reflexionar que estas tareas de mantenimiento del hogar tienen tradicionalmente una impronta femenina.
Dentro de ese tipo de trabajo no remunerado, los cuidados emergen como tema importante para su particular consideración. Se reconoce, dentro de la población adulta mayor, una porción de personas que ofician de cuidadores de familiares o allegados, tanto de otras personas mayores como de personas enfermas, niñas, niños y personas con discapacidad. Generalmente los mayores cuidadores oscilan entre 60 y 70 años. En este sentido, se reconoce a estos cuidadores como recursos de la comunidad y como sujetos activos del desarrollo. Es menester señalar además que, al igual que con los otros tipos de trabajo no remunerado, los cuidados recaen mayormente en las mujeres, tanto si son o no mayores de 65 años. Esto afecta potencialmente la posibilidad de inserción laboral en el mercado de trabajo formal. De esta manera, se reproduce el ciclo de menor acceso a ingresos por concepto de jubilación en el futuro y aumenta las posibilidades de menores ingresos. Es importante considerar también, que existen iniquidades fuertes en lo referente al acceso a servicios de cuidados en el mercado: a menor nivel de ingresos, menor acceso y calidad, y mayor dependencia de las redes sociales de apoyo. Si además se considera, como se verá más adelante, que las mujeres tienden a poseer menores redes de apoyo, vemos que la situación de las mujeres respecto a este tema es particularmente crítica.
En el estudio realizado por CEPAL en el 2000 se observa que, entre la población de 55 a 64 años, el 23,2% del total declara no tener previstos medios económicos para su vejez. Surge entonces la interrogante de cuál será la situación en materia de cobertura social de las personas mayores en 2030 o 2050; cuáles seran las necesidades de cobertura o las nuevas vulnerabilidades a las que habrán de enfrentarse las generaciones futuras teniendo en cuenta, además, los indicadores sociodemográficos que señalan un aumento de la población mayor y, en particular, de los más mayores.
Los datos muestran que quienes poseen déficit en seguridad social son un 10,2 % del total de la población mayor -están incluidos en este porcentaje quienes perciben pensiones a la vejez-, seguidos por quienes tienen déficit en vivienda (6,7%), en ingresos (5,7%) y en salud (1,9%). Hay además otros aspectos que escapan al concepto de bienestar social pero que son centrales al momento del análisis, tales como el impacto que causa la jubilación por ser vivida como una situación impuesta más que elegida; la imposibilidad de acceso a cursos de educación permanente que
responde a distintas causas, ya sea de oferta, de falta de información o falta de recursos económicos; el uso de las personas mayores como recurso de las familias, muchas veces en detrimento de su realización personal; la exclusión de la toma de decisiones a nivel familiar, de la comunidad o del Estado donde cobran particular relevancia las redes sociales de apoyo; las situaciones de abuso y maltrato; así como los altos niveles de discriminación a los que se ven expuestas a causa de concepciones negativas de la vejez muy arraigadas en nuestra sociedad.
Al acercarnos a las situaciones de violencia y maltrato contra las personas mayores, se constata que son muy escasos los datos existentes. Para las personas de entre 55 y 79 años, la encuesta ENEVISA nos dice que el mal-
trato es el problema que más les preocupa, para las personas de 80 años; La modalidad más frecuente de violencia y maltrato hacia las personas mayores parecería ser el abandono y la que más temen sufrir. Existe también el temor de ser víctimas de actos delictivos. Aquí la utilización de los espacios públicos y, por consiguiente, el rol obstaculizar del ejercicio de la ciudadanía cobra particular dimensión. Las personas mayores manifiestan temor porque los espacios públicos no parecen presentar condiciones favorables. Se visualiza también otra dimensión en relación a la violencia doméstica. Los datos disponibles, solo referidos a mujeres mayores víctimas de homicidio doméstico, indican que no es para nada menor el peso de los casos que se producen. Con respecto a otros tipos de abuso y maltrato a los mayores, no se cuenta con datos, por lo que existe un gran vacío al momento de pensar políticas e intervenciones en situaciones concretas.
El trabajo fue elaborado por Alumnos del Tercero 3 turno nocturno del Luis Alberto Zanzi
(*)Fuente:Último censo MIDES.
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