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Tenía ocho meses de vida cuando las fuerzas del Plan Cóndor se llevaron a su papá y nunca más se supo de él. Hoy han transcurrido casi 37 años de aquel hecho que marcó la vida para siempre de aquella bebé.
Esta es la historia de Virginia Cabezudo, hija del Profesor mercedario Carlos Cabezudo detenido desaparecido durante la dictadura cívico militar de la región. Este viernes en el Liceo 1 "José María Campos" de Mercedes, se descubrió una placa en homenaje a este recordado docente, gran ajedrecista, en un acto que contó con importante marco de público de diferentes edades y vinculaciones con el homenajeado, el docente que allí dictó clases de Matemática como lo expresa la placa descubierta.
La habían invitado pero no tenían confirmación de su asistencia, pero Sergio Frantchez del grupo organizador, la vio durante el acto allí a un costado, intentando pasar desapercibida, quizá producto de esas sensaciones encontradas como dijera a @gesor, "hay que estar porque esto es importante para la sociedad y especialmente para los más jóvenes" pero a la vez "en lo personal esto me duele".
Virginia es arquitecta, viajó desde Buenos Aires (Argentina) donde reside, llegó con su esposo Luis Tucurman y los dos hijos Iván y Tomás, ya lo había en ocasión de descubrirse la baldosa en la casa donde viviera su papá Carlos, en la intersección de Buenos Aires (Braceras actual) y Giménez de Mercedes.
Cuando mencionamos que su padre y otros tantos como él, dieron su vida por una sociedad mejor, ella no tiene tan claro, "no sé si todos ellos dieron su vida, no sé si había una conciencia real de dar la vida, cada caso ha sido diferente", pero reconoce "sí hubo mucha entrega y convicción".
Ella no solo no pudo contar con su papá en ningún momento de su etapa conciente de ser humano y a la vez ha debido asumir el desafío de hablar el tema con su hijo Iván de 10 años, ya vendrá el tiempo para el más pequeño, "Iván conoce la historia, con las palabras que se les puede transmitir a un niño de esa edad. Le dije que su abuelo trató de hacer algo por la sociedad, desde su postura, sus creencias y lo llevó a cabo, no solo lo pensó e ideó junto con toda una corriente de pensamiento y lo intentaron llevar a cabo, con las herramientas que en ese tiempo consideraban que era la mejor manera, no puedo asegurar si lo fue o no. La convicción y la lucha, no sé si la frase es jugarse por algo, pero sí llevarlo a los hechos lo que pensaba, desde lo cotidiano, con ese ideal de esa época, de cambiar el mundo. Eso sí lo veo hoy como un ideal".
Pero a la vez analiza, "al mundo no lo cambia una generación, lo cambiamos todos y desde las diferentes percepciones y corrientes que pueden llegar a ver, era otra época".
Virginia cuenta que lo pasado lo tuvo en su conciencia desde siempre, "el miedo lo tengo desde muy chiquita, pero entenderlo me llevó años y recién, después de la tercera década de vida empecé a ahondarme en la historia, antes no podía, fue un tema muy tabú, de eso no se hablaba".
Si estuviera frente a una foto de su padre qué sería lo que tendría ganas de decirle, Virginia sonrie nerviosamente, "no me pondría a hablar con él, él no hablaba mucho y yo tampoco", vuelve a reir, pero se emociona cuando dice "siempre me imaginé sentada con él jugando al ajedrez, una pasión que le pasó al nieto que es muy bueno en ajedrez, yo no, me gustaría eso, compartir el día, no tendría algo para decirle, me gustaría compartir todo lo que no pude compartir con él".
Precisamente ese énfasis desde chicos los brinda a sus hijos, "todo el tiempo que puedo trato de estar con ellos. Desde chiquitos saben la historia, así como hay dolor también hay orgullo, es importante que lo sepan".
Y allí aparece el sentimiento encontrado, "cuando estoy en un acto como éste, me quierooo irrrr (dice nerviosamente) porque me genera dolor, cuando dicen ¡presente! yo digo, "ojalá", a mi me quitaron esa presencia y por eso me duele, pero sí estoy porque considero que esto es valioso y como sociedad es necesario, por eso aunque me duela, me quiera ir, estoy, El grito de ¡presente! a mi me duele, si bien es necesario porque es cierto que la presencia sigue estando detrás de nosotros, pero en lo personal me duele".
A pesar de haber recorrido estas tres décadas largas casi cuatro de su vida con todo lo que ello implica, Virginia tiene aun cosas pendientes, cuando le preguntamos si ha estado en contacto con personas que han tenido una experiencia similar, ella reconoce que "empecéa acercarme a esta historia de mi papá siendo grande, después de los 30 con mi primer hijo nacido, me acerqué primero a la familia de mi papá, no lo hice a través de ninguna asociación o grupo, fui pocas veces a la marcha en Buenos Aires del 24 de marzo, a ese plano no he participado", pero se muestra interesada, "sí, sería valioso intercambiar opiniones con gente de historias parecidas, nunca surgió de mi parte, nunca busqué eso ni me llegó esa oportunidad, pero sí, compartir las experiencias es muy enriquecedor y liberador".
En el final de la charla informar e inicialmente negada por su timidez y perfil bajo, reflexiona, "lo más valioso de todo esto es reconocer nuestras debilidades humanas como sociedad y de las aberraciones que podemos ser capaces todos, porque no creo en malos ni buenos, hay que tener las convicciones que tuvieron y seguir con ellas para no flaquear como sociedad y grupo y terminar en ciertas circunstancias y entornos que generan las atrocidades que hemos vivido y hoy en otra escala siguen pasando, esto no es una cuestión del pasado solamente".
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